El Octavo Círculo
17 ene 2013
13 oct 2012
JUSTEDAD
Una de la mañana del domingo.
Bah, del lunes feriado.
Se cortó el cable. Se cortó internet.
Y justo yo pensando en cambios.
En cambios de color de ropa, en cambios de formas de carteras, en cambios de actitudes.
Justo estaba pensando en mandar un feliz cumple a aquella prima con la que se cortó algo hace tiempo.
Justo puse a lavar ropa ya limpia que nunca creí que iba a usar.
Justo todo.
Justo nada.
Justo el mundo, el continente a grito pelado.
Justo hoy vi el dolor de los ojos de mi madre con mis ojos.
Justo hoy mi programa favorito no es lo que era.
Hoy justo esas fotos siguen sin llegar a mis manos para revivir rincones olvidados.
Justo cierto enojo, cierta impotencia, enganchados en el final del fin de semana.
Justo hoy, que vi gente amontonada apabullándose en un shopping bajo un cielo demasiado gris.
Y justo recién cambié lamparitas para ver mejor.
Justo nada.
Y justo todo…
…porque el lavarropas sigue rodando,
y las pinturas me siguen hablando.
Y justo, justo ahora siento el ajustar de mis medias que me mandan a la ducha para desajustar todo y dormir.
Justo a tiempo.
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cla9
9.10.12
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(La imagen es un detalle de una pintura de Vito Campanella)
5 oct 2012
Póstuma
17 sept 2012
24 HORAS
6 sept 2012
NENA TONTA
…Yo ya no quiero
perderme en abismos
Al fin y al cabo con las
bobas siempre pasa lo mismo…
(Pescado Rabioso)
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Pobre niñita tonta
Qué aún no sabe jugar
Nena nenita boba
No sabe ni puede bailar
Siempre de brazos cruzados
Siempre quieta en soledad
Nadie sabe que en sus venas
Late un deseo tal
Que le quita el movimiento
A su íntimo volcán
Que le borra la mirada
Que no puede concentrar
Pobre niñita tonta
Es que no quiere jugar
Ese juego que los otros
Lo usan pa maltratar
Confundiendo sentimientos
Pura ignorancia nomás
Deseos truncos en vano
Le quedan ahí nomás
Esperando el que la mime
Y le quiera acariciar
El alma con sus abrazos
El dolor con su mirar
En nada quedan las ganas
En nada. Y no se van.
Claudia Medina Castro
25/6/12
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29 ago 2012
La Hoz y el Tridente
25 ago 2012
Fuck you
Abrió un solo ojo para detectar la ubicación de la scola do samba que le interrumpía el sueño quemándole la cabeza con su redoblante. La apagó con el botón del celular. No podía ser que fuera hora de levantarse. Hacía dos minutos apenas que había fletado a la puta ante quien se había sentido humillado otra vez, una puta ignorante, a la que hubiera sido inútil explicarle que esto no le pasaba por la merca, sino por el trauma post-divorcio.
A todo esto, el gordo Alejandro, prendido al timbre como un hijo de puta. Por que carajo no entraba, si le había dado una llave para que lo fuera a despertar.
¿O era el teléfono?
- Loco, dale, vamos, tenés que estar en tribunales a las diez. Dale, loco.
Tribunales. Claro. A ver que inventaba para hacer zafar al pendejito éste, boludito que había creído que vender sin darle su parte a los de arriba le iba a salir bien. Perejiles de cuarta que le pagaban los honorarios con merca. Esos eran sus clientes. Mierda pura.
Se lavó la cara con agua helada, y se hizo buches para ver si las palabras dejaban de pegársele a la lengua o bien la lengua se le despegaba del paladar. Café, necesitaba café.
-Tenés que pasar a buscar a la madre del pibe, dale que es tarde.-dijo entrando al baño el gordo que parecía haber dedicado su vida al sacerdocio de ser su agenda humana.
La madre del pendejo, claro, la que lloraba y juraba que no sabía nada, como todas. Pelotuda.
Estaba buena la flaquita, aún con esa cara de asustada tenía pinta de buena cogedora.
-¿Me trajiste eso? Le preguntó apenas se sentó en el auto.
La mujer sacó un paquete de la cartera y se lo entregó en silencio con gesto mezcla de asco y de vergüenza.
Pero ¿Qué se hacía la inocente la pelotuda esta? ¿Por qué lo miraba con lastima?
-Mirá, flaquita, te voy a ser honesto, es muy difícil que tu pibe zafe, ¿sabés? Lo más probable es que termine en Batán. ¿Vos sabés lo que le va a pasar ahí, no? Le van a romper el culo. Le dijo cuando ya estaban a mitad de camino.
La mujer agachó la cabeza y se le llenaron los ojos de lágrimas.
-Era un chiste, che. Lo voy a sacar, quedate tranquila.
Se le iba la mano a veces. La boca andaba más rápido que los pensamientos, la ruta se llenaba de curvas más veloces que los reflejos. Al parecer, algunas partes de su cuerpo habían decidido tener una vida independiente del cerebro, o no tenerla en absoluto. No era la merca, no, era culpa de esa hija de mil putas que lo había dejado por otro.
Cuando salieron de tribunales la invitó a la flaquita a tomar un café en la estación de servicio de la ruta y se tomó una pasta. Entonces le preguntó si sabía manejar y le tiró sobre la mesa las llaves del auto.
-No doy más, flaquita, manejá vos. Necesito dormir.
La mujer, con cara de terror trataba de argumentar algo, pero el doctor ya estaba roncando en el asiento reclinado del acompañante.
*
Las cosas habían salido bien, no podía quejarse. Había conseguido que el juez cambiara la carátula de la causa y el pibe salió excarcelado. Aunque sabía que había pesado más la cara de María Magdalena de la flaquita que sus buenos oficios de abogado, nunca lo admitiría. Ella no había faltado un solo día de la larga semana que el pibe estuvo en tribunales, sentándose callada en algún banco de los pasillos, serena pero alerta como una tigresa que protege a su cría y eso, se crea o no, influye en algunos jueces.
Pero esta mina tenía algo especial. En los viajes a tribunales que hicieron juntos aquella semana lo había notado. Tenía como un aura de princesa a la que nada podía manchar, ni en sus momentos más vulnerables.
Esa tarde que la dejó sola con las llaves del auto lo había llevado hasta la casa y con la ayuda del gordo Alejandro lo habían acostado y velado hasta que despertó. Después lo acompañó siempre y nunca se quejó de nada.
Cuando todo terminó y dejó de verla se sorprendió muchas veces pensando en ella. Entonces tímidamente la invitó a cenar una noche a su casa y ella le cosió la bocamanga del pantalón del traje.
No se había equivocado en nada. La flaca era una fiera cogiendo. Y después del mejor polvo que había tenido en meses, resultó ser también muy buena oreja en el post coito, estirando las noches con la ayuda de alguna línea que no quiso nunca compartir, pero tampoco condenaba.
- ¿Podés creer que la yegua de mi ex-mujer, me dice que quiere que hagamos terapia para que esto nos cause el menor daño posible, después que me cagó y se mandó a mudar justo para navidad?
Y así la flaca se convirtió en terapeuta, geisha y secretaria del doctor, por algún tiempo.
Hasta que sus partes independizadas fallaron de nuevo y no pudo ni cubrir con la lengua la deficiencia.
No era la merca, no, era la yegua de su ex que le había cagado la vida y el sexo.
-No me mires así, con esa cara de vaca degollada, tarada, no me tengas lástima, boluda. Andá, andá a cuidar a tu pibe, putita. La próxima vez no lo voy a poder sacar, sabés, entonces si que le van a romper el culo. Ja!
Ella se vistió y salió tan silenciosamente como había entrado en su vida. Y sabía que no volvería a verla. Esos eran sus clientes, perejiles, boludos y sus madres putas con culpa. Una mierda de gente.
Esa noche se le fue la mano otra vez. Metió su nariz directamente dentro del paquete y perdió la cuenta de las medidas del líquido ámbar que se parecía tanto al whisky.
El caso es que la scola do samba sonó hasta que se cansó.
El teléfono no fue atendido.
Y a la mañana cuando entró el gordo Alejandro, el doctor estaba tirado desnudo en su cama con todas sus partes independizadas y duras.
En la morgue dijeron que había sido un ataque cardíaco masivo.
La flaquita ni siquiera intentó acercarse al cajón mientras la ex mujer lloraba exageradamente.
Con su porte de princesa intocable, desde la puerta de la sala velatoria, levantó su dedo mayor en dirección al difunto y salió caminando lentamente.
(Un reciclado de hace tres años)
17 ago 2012
Doble o Nada (Final)
Hay noches en que reina la paz, que las enfermeras pasan una vez al hacer su recorrida y vuelven recién cuando llega la mañana. Hay otras sin embargo que pasan reiteradamente, que toman mis signos, escriben en mi historia clínica y descansar resulta casi imposible.
Yo no se si fue el destino pero esta noche todo parece un desierto.
Ernesto bajó a buscar un café, me ofreció uno mientras mostraba sus dientes amarillos. Reconozco que me dio cierta gracia, una virtud que siempre tuvo fue reírse de las situaciones más desdichadas y ambos disfrutábamos del humor negro.
Podría recordar muchas anécdotas aunque últimamente los recuerdos transcurren como viejas diapositivas de épocas que fueron felices, en familia, con amor y proyectos de vida.
La realidad hoy se mueve al compás del latido de mi corazón que resuena más fuerte en esa máquina a la cual me tienen conectado. El tic tac de mi reloj interno hace de las horas interminables instantes.
Duermo de día, pienso de noche.
Hace días escuché decir a un médico que no era posible que me den de alta y me perturbó la idea de imaginarme más tiempo en este hospital, pero luego de enojarme con mi destino sentí que quizás fuera lo mejor. De otra manera debería volver a casa de mi madre, al cuarto de mi adolescencia con los fantasmas de mi niñez. Yo que siempre fui una mujer independiente, dispuesta a llevarme todo por delante, hoy no soy más que este cuerpo sin vida manejado mecánicamente por un corazón. Y para serles sincera no se si deseo esta vida.
Pero no fue solo eso lo que me perturbó, los médicos empezaron a notar que mis órganos ya no funcionaban como antes. Estaban preocupados y me preocupé, aunque suena lógico, vaya saber el tiempo que llevó en está cama, la gravedad de mis heridas, mi cerebro que parece que solo sirviera para pensar. ¿Mis órganos no funcionaban o yo no quería que funcione?
No se cuanto tiempo pasó hasta que regresó de su café, vino sonriente. Y sentí dolor y veneno. Por qué me pasaba esto. ¿Por que Ernesto estaba ahí esa noche?. Pensé en mi madre, ¿se merecía este destino? Se merecía apoyarse en el hombre que me había mandado a matar. Ese mismo que la metió en esta historia hoy la abrazaba y la hacía sentir más fuerte.
Hace semanas que me aumentaron las dosis de medicamento, son para el dolor, aunque no siento dolor alguno y nunca lo sentí, estoy anestesiada al sufrimiento físico. Mi padecer va por dentro. Lo cierto es que las drogas me perturban, no distingo la realidad de la fantasía. Y repentinamente tengo la sensación que ha llegado mi hora, que llegó el momento de que todo se termina.
Ya he vivido mi vida, fui feliz, amé, me amaron y me crucé en el momento equivocado con el hombre equivocado.
Me jugué mis fichas a doble o nada y perdí.
Un fuerte sonido despertó a Ernesto de un semi letargo.El monitor cardíaco comenzó a indicar anomalías. Lo miró asombrado y entendió que estaba sufriendo un infarto. Esperó a su lado mientras observaba casi hipnotizado como cambiaba el pulso en la pantalla. Cuando la linea verde se encontraba casi plana se puso de pie caminó hacia afuera para llamar a un médico.
Mientras los doctores corrían intentando salvarla tomó su teléfono
- Hola, es mejor que venga para acá.
Ya era demasiado tarde, había llegado la hora, había ganado la partida.
9 ago 2012
CAUSALIDAD
2 ago 2012
EL SUSTITUTO
Nunca se creyó que algo tan evidente llegaría a ser tan innombrable. Así fue como todo orden establecido cambió. Aún así, la Vida continuó. Y los pedidos a lo Superior fueron cada vez más urgentes.
Hubo grandes catástrofes y cuantiosas pérdidas conjuntamente con torpes ofrendas que generaron deterioros irreparables, sellando generaciones con un mismo karma.
Pero nada fue tan letal como esa Toma personalizada y general, destinada a reemplazar algunos egos gordos y vomitivos.
…
- Vengo a reemplazarlo. Todo está acordado.
- No es necesario, gracias. Puedo con esto.
- No es el caso. Ya está decidido. Es un hecho.
- No. No lo necesito. Puedo. Después de todo es mi vida. Yo decido.
- No. No puede decidir ya. Está Tomado. Por eso vengo yo. Soy el Sustituto. Y estoy para asistirlo.
- No quiero asistencia. Estoy bien con lo que tengo.
- No tiene nada.
- Tengo lo que consigo (lo que logro en las noches de insomnio compulsivo).
- Es un pordiosero.
- No lo soy.
- Sí. Y no vine a discutir. Estoy aquí y ya. Tiene buena suerte, es un designio de aquellos. Viene de bien arriba… Y si se sigue resistiendo vio como es… en una negociación se puede perder todo...
- Hasta los designios?
- Hasta. Depende de usted.
- Mmm… yo sólo quisiera sacar el dolor. Ese que me tritura las tripas, que me baja hasta lo ignoto… que me quita las ganas y la energía…
- Por eso vine. Le repito, soy el Sustituto. Y voy a penetrar su mente hasta el colapso final para luego resetearla.
- No sé. Me cabe la duda.
- Naturalmente. Pero está todo encriptado en sus células. Soy sustituto siete punto uno. Abarco el karma y un jotabyte más. No hay error.
- Mi naturaleza requiere ver eso en acción. Me tengo que entregar?
- Sí.
- Ok. Hago un back up y vuelvo.
…
Unas fauces deformes se abrieron y lo penetraron, y sorprendentemente se sintió masticado y deglutido.
…
- Qué placer… Quedan pocas almas dignas de ser alimento. Todo está en orden, al menos por unos siglos…
…
Por suerte eso no fue todo. Ni tampoco todos fueron tan afortunados.
(El miedo humano a perder su ignorancia no sabe de fronteras…)
cLa9
02.08.12
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(Ilustra esto H.R. Giger)
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26 jul 2012
Multi ... Incoloro
19 jul 2012
Hielo y Fuego (Fan-fic de Game of thrones)
Hielo Y Fuego (no contiene spoilers)
Cuatro caras de la luna habían surcado el cielo desde que el barco partiera de la Bahía de Los Esclavos, cruzando el Mar Angosto hacia Guardiaoriente del Mar. Una más, mientras la reducida caravana cabalgó bordeando el lado sur del Muro de Hielo hasta llegar al Castillo Negro, sede de la Comandancia de la Guardia de la Noche. Daenerys Targaryen nunca había visto nieve ni hielo. Sus pequeños pies, acostumbrados a la desnudez de las arenas tórridas, se hundían enfundados en botas de gruesa piel de oso y una capucha oscura ribeteada en piel ocultaba el brillo de su cabello de plata. Aún perdida bajo los atuendos invernales, su belleza competía con el majestuoso paisaje. La pequeña Daenerys regresaba a su tierra como heredera legítima del trono, volvía del exilio al que la había arrojado el usurpador en su primera infancia, volvía a reclamar lo suyo, y lo hacía posando sus pies en el Norte más helado y salvaje. Pero no volvía sola, sus tres dragones la acompañaban volando en círculos sobre la caravana. El sobrevuelo de las crías de dragón inquietaba, aún desde las alturas, a bestias y humanos por igual. Encabritaba a los caballos y enloquecía a los hombres que los montaban sin poder dejar de mirar de soslayo las tres sombras que giraban oscureciendo la nieve. “Mis pequeños hijos”. Así los llamaba ella. Nadie podía calcular cuánto más crecerían, se dice que los dragones crecen infinitamente cuando están en libertad.Jon Snow no podía esperar para ver aquello. Como Lord Comandante de la Guardia de la Noche no debía evidenciar su impaciencia ante sus hombres, pero aún así, desde que había llegado el cuervo con la noticia del desembarco en Guardiaoriente, salió varias veces al patio del Castillo Negro para otear el cielo. Cuando las tres sombras danzantes aparecieron y sus réplicas de seis alas se reflejaron en el espejo del muro de hielo, sintió que los cuentos de la vieja Tata se hacían realidad por completo. Ya había visto a los Caminantes Blancos, a los Espectros, los Gigantes y los Wargs, incluso él mismo era uno de ellos porque había peleado de igual a igual con todas esas criaturas y había sentido en carne propia los terrores que acechan del otro lado del muro. Solo le faltaba ver a los dragones. Recién cuando la caravana se detuvo ante sus heladas narices dejó de mirar a los dragones y la vio a ella. Se había bajado la capucha y una cascada de hebras de plata le enmarcaba el rostro, caminaba hacia él con una sonrisa. Los dragones se posaron finalmente, derritiendo la nieve a su alrededor, el calor que emanaba de ellos podría calentar la habitación más grande y helada del Castillo Negro. Eso fue lo que Jon pensó, hasta que tuvo frente a sí, a un palmo de sus ojos, los ojos color violeta intenso de Daenerys Targaryan.
Un cuerno sonó a lo lejos, luego otro esta vez más corto y finalmente uno más breve. Los hombres de la Guardia de la noche apostados en lo alto del muro estrenaban un nuevo código de sonido para anunciar la llegada de dragones, algo que no se veía en todo Poniente desde hacía más de trescientos años. El caballero que hacía de portaestandarte de Daenerys se adelantó unos pasos a la caravana para hacer el anuncio. El escudo del rojo dragón de tres cabezas sobre fondo negro flameaba con el viento helado, haciendo un violento contraste cromático con el paisaje nevado. El caballero anunciaba con voz grave: “Se hace presente Daenerys de la Tormenta, de la Casa Targaryen, también llamada la Khaleesi, Madre de Dragones, libertadora de esclavos y Sucesora legítima del Trono de Los Siete Reinos”
Jon Snow dobló su rodilla derecha en una leve pero respetuosa reverencia y respondió con sencillez “Lord Snow, Comandante de la Guardia de la Noche y Señor del Castillo Negro” Esperó que eso fuera suficiente para que la ilustre visitante se diera por bienvenida, bien es sabido que la Guardia de la Noche es neutral respecto de los asuntos políticos del reino.
Daenerys respondió con una suave inclinación de cabeza mientras sus ojos se perdían en el matorral negro y rizado que coronaba la cabeza de Jon Snow llegándole por debajo del cuello, en sus ojos grises aniñados y ligeramente oblicuos, en el incipiente bigote que asomaba sobre su boca carnosa y tentadora. “¿Como es que llegaste a Comandante siendo tan joven?” preguntó curiosa. “¿Como es que llegaste a ser madre de dragones siendo apenas poco más que una niña?”, habría replicado Jon Snow si hubiera seguido su impulso. Pero solo respondió “Es una larga y tediosa historia” y la invitó a caminar hacia el castillo, mientras un silencio absoluto, solo rasgado por el graznido inquieto de los dragones, los circundaba.
Entonces él dijo algo que a ella le resultó gracioso y ella soltó la melodía de su risa. Jon Snow, el hijo bastardo de Eddard Stark de Invernalia, recientemente elegido Comandante del Muro, y Daenerys Targaryan, heredera del trono de Hierro caminaron juntos de cara al viento helado, riendo como los adolescentes que realmente eran, a pesar de haber asumido muy tempranamente sus roles de adultos. Los dragones los escoltaron danzando en círculos y lanzando pequeños fuegos de artificio que iluminaron el ocaso hasta hacer resplandecer con su rojo el fondo níveo del muro. Entonces la Canción de Hielo y Fuego empezó a sonar en el Norte de Poniente. Y tal vez en todo el Universo.