14 oct 2011

Flesh & Blood


-Lo que estás diciendo es una locura...
-Ya lo sé. Pero es la mejor manera de lograr lo que queremos.
-¿Inmolarte? ¿Entregarte para que te hagan mierda, flaco? No me parece una buena idea.
-No, si lo ves de esa manera. Pero como lo veo yo es otra cosa. Es infiltrarse hasta el corazón del enemigo y atacarlo desde allí mismo.
-Estás mal. Te tienen demasiadas ganas. Van a buscar cualquier excusa para crucificarte.
-Pero hay algo que no tenés en cuenta. Es pascua, y van a venir judíos de todas partes a Jerusalem. Me van a exhibir ante ellos y voy a tener la oportunidad de hablar. Son mi pueblo y van a escucharme.
-¿Y por qué estás tan seguro de que te van a escuchar?
-Porque soy uno como ellos. Porque no me escondo detrás de las paredes del templo como los sacerdotes. Porque me vieron predicando y me conocen, y los que no me conocen oyeron sobre mí. Porque desciendo de David y María desciende de Benjamín y Barrabás es nuestro hijo y sangre de reyes corre por nuestras venas. Porque es el momento de que Israel recupere su gloria.
-Flaco, todo suena muy lindo, pero estás hablando conmigo, tu amigo, casi tu hermano. No necesitás convencerme, siempre te apoyé y lo voy a hacer esta vez. Pero no quiero que te suicides. No me lo perdonaría. Y los pibes tampoco van a permitir que te metas vos solo en la boca del lobo.
-Es por eso que necesito que me ayudes.
-¿Qué me querés decir?
-Que no me van a dejar entregarme. Necesito que alguien lo haga por mí. Y tiene que ser alguien de mi más extrema confianza.
-No me podés pedir eso.
-¿Y a quién querés que se lo pida? ¿A Pedro? Es un buen pibe, pero muy cagón. Si lo apuran es capaz de negar que me conoce. Vos sos el único en quien puedo confiar para esto. No sé, andá y pediles algo de guita, 30 denarios. Que no sospechen.
-¿30 denarios? ¡Llevo encima tres veces más cada día! Si esto sale mal voy a quedar como un traidor hijo de puta.
-No va a salir mal, Judas. Sos el único al que le puedo pedir esto. No me falles, hermanito. Hoy les voy a anunciar el plan a los pibes. Te necesito.
Judas no contestó. La idea no le gustaba, pero sabía que era inútil contradecir la palabra de Yeshua. Un muchacho de unos doce años entró en la habitación. Era Barrabás.
-Papá, dice mama que vayan a la mesa que la comida ya está. Ya llegaron casi todos.
-Gracias, hijo. Vení, dale un abrazo a tu padre. ¿Sabés que te quiero un montón?
-Y yo te quiero a vos, pá.
-Ese es mi cachorro. Algún día Israel va a ser tuyo. Te lo prometo.
Los tres se desplazaron al comedor, una gran estancia donde los criados ya habían dispuesto la mesa para trece comensales, con sendos platos y vasos de barro para cada uno. Yeshua saludó efusivamente a cada uno de sus hombres y luego ocupó su lugar en la cabecera. Judas se ubicó a su derecha y María Magdalena a su izquierda. La cena fue abundante en carne, vegetales y fruta, con pan y abundante vino. Mientras comían no se habló de política pero al terminar, luego del ritual de servir vino a sus seguidores y repartirles pan, Yeshua hizo el anuncio.
-Esta noche uno de ustedes va a entregarme a las autoridades romanas.
-¿Quién va a ser? -preguntó Santiago.
-Eso es lo de menos. Lo importante es que me voy a enfrentar cara a cara con los usurpadores de Israel. El final de la lucha se acerca.
-¿Seré yo quién te entregue? -preguntó Pedro. Yeshua lo miró con ternura.
-No Pedro. Para vos tengo una tarea mejor. Vos te vas a encargar de preservar mi memoria si algo sale mal. Pero ya pasó el momento de las palabras. Judas, andá a hacer lo que tenés que hacer.
Judas lo miró con pesar, y por un momento pensó en desobedecerlo. Pero era Yeshua, su amigo, su maestro, su rey. Contradecir su palabra no era una opción. Salió de la estancia en silencio y caminó hasta encontrar centuriones romanos. Ellos lo llevaron ante un funcionario de Pilatos quien autorizó el operativo y el pago de los 30 denarios. Judas volvió a la casa con un pequeño grupo y encontró a sus compañeros reunidos en el huerto. Entonces se acercó solo al grupo y se paró delante de Yeshua. Los dos hombres se miraron.
-¿Ya está hecho? -preguntó Yeshua. Judas asintió y los ojos se le llenaron de lágrimas. Entonces abrazó a su maestro y le dio un beso en la mejilla.
-Más te vale que esto resulte -le dijo al oído sin soltarlo. Entonces los centuriones se presentaron y arrestaron a Yeshua.
Según se supo durante los días siguientes hubo juicio e interrogatorio. Yeshua fue condenado, pero de acuerdo a la tradición en la mañana del día de pascua el gobernador indultaba a un reo. Yeshua pensaba aprovechar la ocasión para presentar su discurso. Pero los sacerdotes del templo de Jerusalem se adelantaron a su plan y le prepararon una sorpresa. La noche anterior arrestaron a Barrabás acusándolo de ladrón. En el momento de ser expuesto a la multitud Yeshua se encontró con que su indulto implicaría la crucifixión de su hijo. El plan había fracasado. Cuando tuvo la oportunidad de hablar, se mantuvo en silencio. Los sacerdotes lo mostraron como un hereje que pretendía usurpar el trono de Israel, mientras que Barrabás simplemente fue tratado como un niño que había cometido un error. Desde la tribuna, Judas presenció cómo la masa aclamaba por la muerte de su amigo. El gobernador Pilatos se desentendió de la responsabilidad que implicaba su decisión y decretó la liberación de Barrabás. Durante el resto del día Yeshua sería torturado y a la mañana siguiente lo crucificarían. Inmediatamente José de Arimatea, un viejo amigo de Yeshua con vasta influencia política, comenzó con las gestiones para evitar que esto suceda. Pero Judas no llegó a enterarse. Esa misma noche Judas se colgó de un árbol.

5 comentarios:

  1. Impresionante. Un placer leerlo, de verdá. Me gusta mucho más que la versión canónica, le diré. Clap clap clap...¿Y como sigue??

    ResponderEliminar
  2. muy bueno, excelente versión y adaptación a nuestro tiempo y lenguaje.
    yo escribí hace unos años algo similar, lo voy a postear en el próximo, sería un complemento de este. abrazooo

    ResponderEliminar