31 oct 2011

Todos

Cuando éramos chicos no había Halloween, o al menos nosotros no lo conocíamos con ese nombre. El 1 y 2 de noviembre eran feriados por el día de todos los santos y de todos los muertos. Lo tradicional era, entonces, ir a llevar flores al cementerio. Mamá se arrodillaba en la tierra, cuando llegábamos a la tumba de un hermanito fallecido de bebé que no llegué a conocer.
Cuando me fui del pueblo rompí la tradición que yo había seguido cumpliendo tras la muerte de mamá. Tenía algo de macabro y algo de dulce esa metódica reunión familiar entre los de este lado y los del otro; aunque se limitaba a cumplir con una simple rutina: sacar las flores secas, vaciar y enjuagar bajo la canilla los floreros y la jardinera, llenarlos con agua clara y acomodar las flores con cierto arte, pulir con Brasso las partes metálicas y con un paño húmedo limpiar bien la parte de mármol o cerámica. Toda la secuencia era en silencio y con la devoción de quien realiza una ceremonia sagrada. Se cumplía bajo el sol o la lluvia, moviendo las manos como si se acariciara al familiar que yacía ahí abajo o allá arriba, en la fila alta de nichos. Vuelvo al pueblo después de 15 años y justo es el día de todos los santos. O Halloween. Lo recuerdo porque veo subir al micro una chiquita con su disfraz de bruja. Trato de dormir pero el frío no me deja. El aire acondicionado está fuerte. Pienso en levantarme para pedirle al chofer que lo apague, pero vengo sentado del lado ventanilla y la mujer que viene sentada al lado duerme a pierna suelta. Ronca. Su mandíbula cuelga laxa y de la boca sale un aliento fétido. Me muero de frío. Intento pasar sobre las piernas sin tocarla pero me resbalo y la despierto. Es horrible. No me gusta nada todo esto. El micro va vacío, salvo por mi acompañante y la nena disfrazada. Su madre parece haberse esfumado. Recuerdo que la leyenda dice que en Halloween se abre una puerta que comunica el mundo de los vivos y el de los muertos. Yo no creo en esas cosas. Entonces me inclino para ver afuera. Estamos entrando al cementerio del pueblo. Una larga fila de siluetas con sus mortajas puestas están esperando. El chofer frena y abre la puerta. Están todos. Todos los muertos.

4 comentarios:

  1. interesante viaje de vuelta. just in time…. se diría por ahí.
    me gustó. me gustó.
    skål !!!!!

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  2. Muy bueno.
    Me dio un cierto escalofrio...
    Beso

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  3. muy bueno, me encanta la literatura fantástica, ingresé a este mundo de la escritura gracias a este tipo de relatos. besos

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  4. Gracias chicos, andaba media retorcida ese día...jaja! Besos!

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