Plan D

Uma oprimió el botón que deslizaba la cubierta transparente de su cubículo de dormir- se negaba a llamarlo cama- y se desconectó del sistema que chequeaba sus signos vitales. Hacía días que no dormía bien aunque la máquina se encargaba de elevarle el nivel de melatonina automáticamente.


Sabía que el día D estaba cercano y eso la angustiaba un poco, aunque toda su vida había sido entrenada con ese único propósito.

El sistema que la alimentaba se había quedado sin productos frescos hacía tres días y solo le arrojaba píldoras de distintos colores. Señal de que ya no había nadie del otro lado que se encargara personalmente de sus provisiones.

La existencia de oxígeno en los tanques estaba llegando al nivel de reserva, lo que le daría a lo sumo tres días más de autonomía en la base.

Descorrió la cubierta oscura del techo abovedado del módulo y el sol le dio de lleno en la cara, como cualquier día y a cualquier hora en la meseta lunar donde había vivido los últimos tres años, esperando el desenlace.
A través de los vidrios templados del módulo pudo ver nuevamente el planeta Agua con su típico azul intenso coronado por densas nubes. Solo que esta vez, ya no llegaban ni las débiles señales de vida que había recibido en los últimos días.

Al parecer todo había terminado allí y llegaba la hora de la acción, para ella y para el compañero que se le había asignado y que esperaba en su módulo personal al otro lado de la Luna, el lado oscuro.

Uma pensaba en él cuando en el comunicador inter módulos se encendió la luz roja.

- Erik- dijo.

- Voy para allá.- le contestó la voz masculina y no hizo falta aclarar nada más.

El momento había llegado y ambos lo sabían.

Erik y Uma eran ya los únicos sobrevivientes de una raza auto extinguida, los nuevos Adán y Eva. A partir de ellos se crearía una nueva humanidad.

Habían sido seleccionados por sus aptitudes físicas y mentales, por su genética superior y entrenados para este fin desde su nacimiento.

Uma esperó a Erik repasando los últimos detalles del plan. Ambos debían abordar el vehiculo espacial dispuesto para el evento y en algunas horas estarían en Valle Protegido, una especie de Edén en medio de las montañas, al sur del continente. Era el único lugar que no había sido modificado por la guerra ni la contaminación ambiental. Uma repasó mentalmente las condiciones que habían llevado a tan triste final a la civilización extinguida. Luchas de poder y dominación, avaricia, materialismo. Todos ellos eran atributos inherentes a una cultura machista que había dejado la compasión y el amor de lado. Atributos masculinos, se dijo mentalmente.

Ella no repetiría la historia.

Erik llegó excitado, esperando encontrarla desnuda y rendida, dispuesta a recibir al hombre que debía fecundarla, tal como debía ser.

Pero en lugar de una hembra entregada, el último hombre de una raza decadente encontró la muerte sin dolor.

El veneno era instantáneo y a Uma no le tembló la mano al inyectárselo.

Luego tomó el recipiente con pastillas de esperma que había sido cuidadosamente seleccionada por las mujeres del equipo científico y abordó la nave que la regresaría al viejo planeta devastado.

En el Valle Protegido, el grupo de doce Amazonas la esperaba.

La nueva humanidad crecería al amparo de la energía de la Diosa.