15 oct 2010
Salida
Es el aburrimiento, se dijo, la primera vez que escuchó el crujido sonando justo en la pausa entre la sirena de la ambulancia y el derrape de unas cubiertas sobre la calle de fin de semana largo. Será el aburrimiento, después de todo, lo más intenso que le había pasado esa semana fue encontrar en el facebook una notificación de solicitud de amistad de su último ex que por supuesto no aceptó. Podía estar aburrida de muerte pero no era masoquista, aunque el hecho le había servido para tener algo nuevo que contar en la oficina y empatizar con los demás, que no hacían otra cosa que relatar sus anodinas vicisitudes cotidianas como si fueran las aventuras de Indiana Jones. De nuevo el crujido en medio del silencio, que sonaba parecido al de la madera cuando se dilata, hizo que se tapara la cabeza con el acolchado. Acá lo único que hay de madera es el parquet, pensó, y al fin se animó a levantarse y buscar el origen del ruido ya completamente desvelada y sin encontrar nada raro. En la mesa de luz estaba el libro que compró ayer en la feria a mitad de precio. José Saramago, Ensayo para la ceguera, con un 50% de descuento y todo no era fácil de leer, con frases tan largas, con tanta descripción, punto, coma, diálogo sin ordenar, diálogo interno, pensamiento, basta. Necesito una salida, urgente, pensó y se quedó con ese pensamiento hasta dormirse tan profundamente que no notó que la madera seguía crujiendo aunque ella ya no la escuchara.
Tan es así que a la mañana siguiente aquello que sobresalía en el piso fue lo primero que vio, incluso antes de llegar al baño con los ojos entrecerrados como todos los días de la semana antes del amanecer antes de tomar el primero de los dos trenes que la dejarían dos horas después a diez cuadras del trabajo. Estaba ahí, aflorando desde el piso en el que se habían levantado varias piezas del parquet como se levantan las baldosas alrededor de los árboles cuyas raíces se empeñan en seguir expandiéndose a pesar del corsé que les impone la urbanización. Estaba ahí, pugnando por tomar forma, aunque ella no lograra que la cosa que emergía encajara con alguna de las tantas que su cerebro registraba como conocidas. Después de inspeccionar el fenómeno unos minutos desde una atónita distancia se animó a acercarse y fue entonces que notó que el crecimiento de la cosa indefinida se detenía cuando ella miraba, y entonces pensó que era prudente llamar al encargado, no tanto porque pensara que don Vicente pudiera darle solución al asunto como porque necesitaba un testigo que validara su experiencia. Déjeme la llave que luego voy, dijo don Vicente, que como buen encargado de edificio no se caracterizaba por acudir cuando se lo necesitaba, sino cuando se le antojara. O tal vez ella no había puesto mucho énfasis cuando describió el motivo de la llamada ya que se sentía un poco fuera de lugar oyéndose a sí misma decir que en el piso de su dormitorio estaba sucediendo una cosa a la cual no podía ponerle un nombre ni siquiera aproximado. En los escasos dos minutos en que había dejado de mirar directamente para hablar con don Vicente, aquello había crecido como veinte centímetros y se dejaba ver de tal manera que ya podía decirse que se parecía ¡a una puerta!.¡Si señor, eso es, ahí está, me está creciendo una puerta, es una puerta! dijo en voz alta por primera vez. Dedujo que si se quedaba mirando retardaría el crecimiento y decidió darse una ducha mientras esperaba que el encargado llegara para certificar el fenómeno. Aunque después de todo tal vez no habría sido una buena idea llamar a alguien para compartir el evento. La puerta crecía en su dormitorio y delante de sus ojos, lo que la convertía en dueña absoluta y protagonista única de un acontecimiento extraordinario. Al fin algo verdaderamente intenso y excepcional estaba pasando en su vida y aunque no estaba preparada para manejar ese bombardeo de adrenalina, aún con palpitaciones y un poco de ahogo, alcanzó a pensar que una ducha fría le vendría bien. Cuando se acercó de nuevo a la puerta creciente, con la bata y la cabeza mojada, unas gotas de agua cayeron desde el pelo hasta la tierra que había desplazado una parte del parquet formando un cantero donde la abertura se asentaba. Era sólida, de madera maciza, definitivamente era una puerta con estilo y bastante antigua. Tal vez esta sea la salida que estoy necesitando, se dijo, y al rato lo repitió en voz alta y sin el tal vez, cuando vio emerger la puerta de golpe y hasta la mitad, donde aparecía un importante picaporte de oro tallado. Las gotas de agua habían acelerado el crecimiento, se dijo, y al parecer no hacía falta dejar de mirar la germinación para que el proceso se completara. Era una hermosa puerta, parida desde el piso donde ella seguramente había tirado sin querer la semilla, pesada por la carga simbólica que lleva implícita toda puerta con el agregado de que ésta era la materialización de un deseo verbalizado todas las mañanas antes del desayuno, antes del tren, antes de las dos horas, antes del aburrimiento, antes de la oficina, antes del agobio.
No sabemos que fue exactamente lo que sintió cuando luego de tocar suavemente el picaporte, ella entendió que tenía que emplear toda su fuerza vital para abrirla y atravesarla como finalmente lo hizo.
Lo que si sabemos es que un par de horas después de recibir la llamada, don Vicente subía la escalera cuando los gritos que se escucharon en todo el edificio lo inmovilizaron, ¡Alguien se cayó por el hueco del ascensor!, decían, y como era muy impresionable dejó que fueran otros los que llegaran primero al subsuelo.
Dijeron que aunque tenía el cuello roto y las extremidades dobladas como si fueran de masilla plástica, ella tenía una expresión de felicidad bastante inusual en estos casos. Una expresión que alguien definió como de liberación.
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ay nena.... qué final. o qué principio.
ResponderEliminaren definitiva todo este universo es mental....
excelente lilsss!!!!!! con ese bagaje pareciera imposible no tentarse con esa puerta, con manija de oro y a sólo un paso.....
me encantó!!!!!!!!!
Gracias, Cla, me permití un leve cambio de estilo, no se si se notó.
ResponderEliminarskål
Me hizo recordar a la Torre oscura. Deberías leerla.
ResponderEliminarMirá vos, hace tiempo que tengo eso pendiente. Acá traté de imitar el estilo de Saramago, que no usa el diálogo de la manera usual. Me pareció algo divertido para experimentar.
ResponderEliminarBeso ¿ya viste a Paul?
Las puertas son muy importantes en La Torre Oscura. Yo lo tengo pendiente a Saramago. Y lo vi. Todavía no volví.
ResponderEliminarEnsayo para la ceguera, eso es lo que estoy leyendo de Saramago, tiene un estilo bastante abrumador, te digo.
ResponderEliminarYo no fui a ver a Paul y después de haber visto algunos videos creo que fue en defensa propia: me hubiera muerto ahí mismo. Que emociooooooooon!! jaja