Parece ser una resaca interminable de líquidos amnióticos que contagia fibras ancestralmente ignoradas y prácticamente olvidadas mediante un sofisticado sistema de descarte casi indetectable por la mente humana. No así por ciertos corazones descarnados y sin piel. Hace reflejar la parte oscura del espejo, la que no se ve. Y junta en racimos las memorias extinguidas por los hábitos cotidianos; y en restos de vísceras todo lo evitado, todo lo tapado con los tules del decoro, todo lo barrido bajo la alfombra. Ellos llegan ignorantes y desbordados de hormonas, intentando darle forma al sedimento genealógico con una pericia imposible de catalogar. Hay quienes mezclan sustancias para afilar el sentido, como monos con navaja. Inconscientes, ignorantes, convierten la existencia en una lucha por sobrevivir. Otros, la desafían jugando a recrearla con gestos abarrotados y barrocos; burdos intentos torpes y arrogantes de darle nombre a lo que ignoran. La mayoría converge como residuos en un ángulo casi nulo de la galaxia, mostrando los dientes con delirios de grandeza y eternidad mientras tratan que sus hígados sonrían. Cada generación tiene una tarea más ardua. Pocos, muy pocos llegan a cumplirla. Después de todo, el sentido del humor del universo es insoportable.
…
Cla9
2.2.11
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