23 abr 2012

Doble o Nada (3ra parte)



Los ojos de mi madre dicen más de la cuenta. Me mira sombría y emocionada. No se atreve a hablarme sin tener que salir del cuarto a llorar. Delante mío no dicen palabras, cuchichean entre ellos. Se sin que me lo confirmen que estoy grave, nada se me escapa desde que estoy en esta cama. Y mi madre jamás supo mentir, ni siquiera cuando hace silencio.
No siento el cuerpo, puedo mover los ojos, tengo todo el campo visual, pero no hay forma de que mueva un músculo. No siento dolor.
Hace varios días que estoy en esta cama, realmente no se cuantos desde el golpe en la cabeza, si al menos supiera qué día es podría hacer cuentas, porque sumar puedo. Anoche conté hasta cien, conté de diez en diez, de cinco en cinco y de dos en dos. Sumé unidades en mi mente. Traté de recordar una poesía, pensé un trabalenguas y un teorema. Me doy cuenta que no están afectadas mis capacidades cognitivas, pero físicamente aun no puedo mover nada.
Me concentro mucho tiempo, intentando levantar un brazo, o rotar la mano pero es inútil; por momentos siento bronca e impotencia, pero no me quiero dejar caer, tengo que ser fuerte para afrontar lo que venga.
Los que me visitan son parte de mi familia, además de mis padres y hermanos lo hace algún que otro primo. Ninguno me pregunta nada. Solo se remiten a decirme que me ven bien o me sonríen, pero nadie indaga nada de mí. A veces tengo la sensación de que jamás vieron una película. Podrían tratar de buscar información, hablarme y hacerme parpadear. Dos para si, uno para no. Con esto podría decirles muchas cosas. También me sorprende que no haya venido la policía. Creo que tengo mucha serie en mi haber y la realidad parece que es distinta.
A Ernesto no lo nombran, esto me hace suponer que aún no lo han encontrado, ¿lo habrán matado? ¿estará internado como yo?
Pude escuchar que harán una serie de estudios, pude entender que había que descomprimir, supongo que me operaran. ¿Pero qué? Nadie dice nada y la intriga me carcome. Mi madre nota que empiezo a llorar, se acerca a mí y seca mis lágrimas. Lo único que necesito es que me expliquen que van a hacerme.
Dos enfermeros me retiran de la sala, me besan mis seres queridos mientras ellos me llevan al quirófano. Los médicos hablan entre si de cualquier tema. Soy una cosa que ponen y sacan de habitación. No se qué pasará cuando vuelva a abrir los ojos.
Solo el anestesista me dirige la palabra.
-Contá de diez a cero chiquita.
Al fin alguien que me habla, pone una mascarilla sobre mi boca, respiro y… diez, nueve, ocho, siete, seis, cin…
 Cuando abrí los ojos ya todo había terminado. Estaba nuevamente en terapia intermedia. Lo reconocí porque ahí fue lugar donde desperté la vez anterior. Podía escuchar el pi pi de la máquina a la que me tenían conectada. Podía respirar por mis propios medios.
A mi lado estaba mi madre, aun no se había dado cuenta de mi estado. Y ahí fue la sorpresa mayor a mi izquierda, sentado en una silla Ernesto. Bañado, bien vestido y con cara de preocupación.
Mamá sonrió al darse cuenta que estaba despierta.
-Voy a avisarle al médico- dijo y Ernesto asintió con la cabeza.
Cuando ella salió el se acercó bruscamente a mí.
-Sos fuerte hija de puta- me susurró al oído- pero ya me cansé de vos.
La mano de Ernesto tapo mi boca e hizo presión para abajo.


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