Cronos sabía que de
todos modos iba a morir. Veinticuatro horas antes había
celebrado comiendo y
bebiendo hasta que su estómago no pudiera resistir más y la
agonía del vómito le
entregara su último pasaje.
Después solo vio su
rostro reflejado en el espejo, buscó su uniforme de guerra y se
marchó.
No quería ir, eso pensó,
pero todos iban hacia el mismo lugar, amontonados como
bestias en busca de más
sangre. Insaciable apetito. También él.
Ningún lugar era seguro
Cronos solo deseaba correr. De vez en cuando, por culpa de
sus humanas fuerzas se
detenía y solo en esos momentos se preguntaba hacia dónde se
dirigían todos. Sabía
irremediablemente que hacia ningún lugar, que la humillación
de la huída no tenía
nombre, pero acaso eran los gritos desesperados los que sonaban
o aquellas imágenes de
esqueletos putrefactos que corrían en la niebla o el cuerpo a
cuerpo en las ruinas de
las casas o tal vez lo que aún se mantenía en pie sin sus
miembros enteros, solo
en pie.
Los sabios lloraban el
derrumbe de la cultura, los templos temblaban y las religiones
morían devastadas. Cronos corría a veces
sin mirar y otras tragándose con prisa el
olor pestilente de la
muerte.
No quiso refugiarse en
ningún lado ¿ Para qué? pensó, si hasta ahora ninguna bala,
ningún gas envenenado, ningún
misil especialmente dirigido a su cabeza lo había
tocado.
Caminó, corrió, caminó,
se detuvo, corrió. Y solo así comenzó a sentir las piernas
pesadas, la falta de
aliento, la sequedad en la boca, la fiebre y el dolor de ser
sobreviviente.
Para su sorpresa el niño
que jugaba le sonrió como si un oasis despertara aquel
Espasmo.
-¿Qué haces acá? ¿Dónde
está tu mamá? -Le preguntó Cronos a ese ser que jugaba
con una ramita seca y un
tambor.
-Estoy tocando mi tambor,
soy un soldado y a mi mamá le picó un mosquito rojo …
Me dijo que iba a ver al doctor y pronto me
venía a buscar. Mi mamá no miente -le
dijo antes que una bala
atravesara su diminuta cabeza.
“Debía ser su madre que
había vuelto a buscarlo” pensó y siguió corriendo. Cronos ya
no quería recordar y
siguió corriendo.
-Maté a mi mejor amigo, -le
dijo el hombre.
-¿ Por qué lloras? -Lo
miró Cronos antes de recordar quién era.
Se detuvo apenas para
sostener la mano de aquel testigo sin piernas que se inyectaba
morfina.
_Ya no duele tanto, -le
dijo antes de callar para siempre.
Todos pasaron, los que
tenía que pasar y Cronos seguía corriendo como si sus botas
pudieran atravesar al tiempo.
Ya no quedaban horas, ni
para él ni para el mundo. El no lo sabía pero era el último
ser humano que corría en
la tierra. Sin embargo, divisó esa casa a pocos metros y
miles de kilómetros para
su cuerpo, había luz y había sombras y había música. Se
arrastró entre cadáveres
calientes aún y corriendo, corriendo una vez más.
Se desplomó sin prisa en
el umbral.
-Somos los últimos,
-le dijo ella saboreando sus heridas.
-Es otra historia, es
otro autor, es otra vida -Alcanzó a balbucear Cronos en su
Delirio.
-Lo se, pero en aquella
historia no sabíamos que íbamos a morir, en aquella vida
había tiempo para seguir
corriendo. En ésta, solo existe este instante.
Y la música se escapó de
sus murallas. Sonó mientras acercaba sus
manos
pequeñas a las teclas de aquel piano que nunca
había sido abierto.
-Ya no hay más tiempo,
hay que morir así, en esta prosa…-Susurró ella y
lo
mató.
Este relato pertenece a " Prosas de Sacrificios" (2010)
ResponderEliminaro cómo matar el tiempo....
ResponderEliminarinteresante bibi!!!