“Paulita. Andá al Rosedal que un tipo
se ahorcó. En 5 te mando la ubicación exacta y va fotógrafo.”
Que cagada, pensó Paula, cuando terminó de leer el
mensaje de texto. Hace frío para pasarse la mañana en Palermo y encima viendo a
un muerto. El periodismo le encantaba, pero había noticias que
particularmente le producían rechazo. Los suicidios eran una de ellas.
Tomó un taxi, y recibió el próximo mensaje.
“Alejandro Lema, te espera en la
esquina de Libertador y Larralde, el te lleva hasta ahí. No se vayan del lugar.
Parece que es el hijo de 1 famoso.”
-Ahhhh buenooo – dijo en voz alta- Me
deja en Libertador y Larralde, por favor.
15 minutos esperó al fotógrafo en esa esquina,
necesitaba un café y presentía que el día iba a ser muy largo. Alejandro pasó a
buscarla en una moto para sorpresa de Paula.
-Ale, ¿cuándo te vas a comprar un auto?
Hace frío…
-Subí nena…que quiero sacar fotos antes
de que lo bajen.
Llegaron al lugar y la imagen los impresionó. El
cuerpo colgaba aun de un árbol… Los ojos estaban abiertos y esbozaba una mueca
de dolor. El viento lo balanceaba lentamente. Estaba muy bien vestido. En la
gama de los marrones, con una campera de cuero que salía más que dos sueldos de
ellos en la revista. A pesar de estar lejos Paula notó que las suelas de los
zapatos no estaban casi gastadas. Debería tener unos 35 años, era atractivo.
Trató de reconocerlo, pensó si alguna vez lo había visto. Pero nada.
-Ale, ¿Alguna vez lo viste?- preguntó al
fotógrafo- ¿En algún boliche, canal, acto político o en algún lado?
-No, no lo conozco- dijo Alejandro
mientras miraba una a una las fotos que había tomado.
-Osea que no es el típico hijo de un
famoso de la farándula… Quizás de un político… Sabes, me parece
que esto es algo gordo, lo intuyo.
- Pero ¿qué raro que no lo bajen y
que no venga la familia?- y seguía mirando su cámara.
Era verdad, ya hacía un par de horas que estaba ahí,
colgado, a la vista de todos los curiosos y nadie había ido a llorarlo, quizás
no tenía documentos, pero sino, no se hubiera filtrado la información de
que era hijo de un famoso.
- Pau, mira esta foto, ¿No está
buenísima?-
- Es horrible … Me quiero ir ya.
-Está buena Pau, el cuerpo colgado, de
fondo los árboles, la gente mirando entre risueña y horrorizada y el camino a
la glorieta… ¡Es buenísima!… Lástima que no la van a publicar. Creo que
jamás me van a publicar una foto de tapa.
- Ni a mí una nota, quedate
tranquilo- comentó ella resignada.
Mientras Alejandro seguía inmerso en sus
fotografías, Paula no podía dejar de pensar en ese muchacho casi de su edad y
con tan triste final.
-Pobre pibe. ¿Ya se sabe quién es?
– Preguntó a uno de los policías que esperaban la
llegada de la policía científica.
-Si. Pero hay secreto de sumario.
-Me dijeron que es el hijo de un famoso.
-No puedo, nena.
- Dale.
-No puedo, solo te digo que ésta sí que
es grosa.
Ya había sacado algo de información, evidentemente
era hijo de un famoso. Y por lo que entendió de uno importante. Se acercó
nuevamente al cuerpo y siguió observándolo. En la mano tenía un anillo, quizás
de compromiso y un reloj. Del bolsillo de atrás del pantalón se veía un papel,
podría tratarse de una última carta, que indicara el motivo de la decisión. Del
papel podía leerse unas palabras que Paula no entendía. Por la distancia y por
la letra pequeña.
-Ale. Vení. Podrías sacarle una
foto al bolsillo donde se ve ese papel.
-Si, ¿para qué?… a ver… Esperá.
Mientras sacaba la foto, Paula, no podía dejar de
demostrar su ansiedad.
-Listo…
-Bueno acercala tanto como puedas y
decime que dice ahí.
Alejandro hizo lo que su compañera le pidió y para
sorpresa de ambos el papel revelaba un nombre: Sofia.
-Bien, nena… Ya te podés
convertir en Maigret. Esa debe ser la carta de despedida a una
mujer, será la madre, será la novia…
-La madre de sus hijos…
El hijo de un hombre o mujer famoso, se suicida en
pleno Rosedal de Palermo una mañana fría de invierno. Deja en
su bolsillo un papel que devela un nombre: Sofía. Ni ella ni otra persona se
acerca a la víctima. Solo los curiosos, la policía y uno que otro periodista.
-¿Quién sos bonito?- murmuró Paula,
mientras escribía a la redacción-
“No pasa nada. El cuerpo sigue colgado.
No vino ni la cana ni la familia”.
Mientras mandaba el mensaje escuchó las sirenas,
tres policías de la Federal bajaron con la camilla y se acercaron al árbol.
Mientras otros cercaban la zona y alejaban a los molestos, estos intentaban
bajarlo. Rápidamente lo subieron a la camilla y se dispusieron a trasladarlo de
allí.
-Ya se lo llevan. ¿Me podrían dar el
nombre…? Hace horas que estamos acá. ¿Dónde lo llevan?
-No hay información. Hay secreto de
sumario,
- Pero el nombre aunque sea. No me dejes
así. …Tengo que llevar algo a la revista.
- No podemos, de verdad, esta vez no te
podemos ayudar. Esto es delicado. Lo manejará la prensa de la familia.
- ¿De qué familia?
- Ya se enteraran.
Mientras la policía científica se llevaba al hombre,
Paula sintió tristeza e indignación. Lo pensó triste, lo pensó solo.
Imaginó su noche, caminado por los lagos de Palermo, recorriendo los
caminos, irregulares del lugar. Lo imaginó como en un laberinto, siguiendo
a su suerte. Lo vio entre la gente y lo sintió solo. Pensó en como eligió su
árbol. En como se ensució las rodillas para subir. Y hasta como hizo el nudo de
la soga que lo ahorco. Creyó verlo llorar, al escribir su carta a Sofía. Y lo
recordó muerto y solo.
Por eso no le gustaban los suicidios, porque no
podía dejar de pensar en ellos, en el momento en que cada uno decidía ponerle
fin a una agonía.
Pobre morocho, y nadie vino a verlo, nadie lo lloró
en este lugar. Quizás sea esa la tragedia.
-Ale, me voy a casa. Ya aviso. Los
suicidios me hacen muy mal. Lleva las fotos y que manden a otro. Decile,
también vos que me descompuse.
Paula tomó un taxi, escribió un mensaje a su jefe y
se fue. Llegó a su casa, se baño, tomó un café y se puso a dormir. Varías horas
después se despertó sobresaltada por el teléfono.
-Hola…
-Paula, soy Alejandro, tenés que ver
algo. Cambiate que ya paso a buscarte.
- No Ale, ya me acosté a dormir.
-Haceme caso, vestite y en diez estoy
por ahí.
Sin quererlo, le hizo caso. Se vistió, se abrigó
bien sabiendo que Alejandro la iba a buscar en la moto y lo espero.
-Cuando veas esto, no vas a poder
creerlo.- dijo Alejandro y se dirigió a toda velocidad hacia el museo de Bellas
Artes.
Una vez allí, le contó.
-Después de la las fotos de esta mañana,
me mandaron a cubrir varios eventos pero antes me dijeron que la policía avisó
que mañana después del mediodía y tras realizarse la autopsia, van a dar a
conocer la identidad de la persona fallecida. Yo agarré la moto, me fui a hacer
mis cosas y a la tardecita me vine a esta exposición. A la cual el artista no
concurrió. Nadie sabe nada de él ni de la familia. Para no desperdiciar el
tiempo perdido me puse a tomar unas fotos hasta que lo vi…
- ¿Qué viste?
-Esto…
Alejandro la tomó de la mano…
-Mirá nena... creo que tenemos nuestra primera
plana... te felicito.
El relato fue basado en la obra de Claudia Medina Castro.
¡Excelente, Laura!
ResponderEliminarUn relato policial desde una óptica diferente: la de los periodistas ávidos por información (que, de todas maneras, no faltan el respeto a nadie haciendo su trabajo).
Los sentimientos de la periodista respecto a cómo vive el suicidio, su pensamiento sobre lo sucedido en la mente del joven antes del hecho, muy bien transmitidos.
Cuando ya me esperaba un final abierto, vino esa conclusión a todo trapo que cerró las puertas abiertas de toda la trama: hasta la de la "primera tapa" que ambos (fotógrafa y periodista) querían lograr.
¡Felicitaciones! Me encantó.
Y un fuerte aplauso para Claudia, fantástica su obra.
Anoche antes de subirlo pensé en que le faltaba tu edición. jeje
EliminarGracias, tus palabras siempre me llenan el alma
Dear Lala, en pocas palabras logras una historia plena de sensaciones, la cual incita a diversas interpretaciones.
ResponderEliminarTe felicito,igual a la pintora Claudia Medina Castro.
Regards, Ebe, New York
excelente, lau.
ResponderEliminarsabés que me encantan tus policiales...
salutes!!!