I
-¿Con qué queres la tostada?
-Con mermelada.
-¿Sin manteca?
-Mermelada sola.
Javier untó la tostada mientras Fernanda marcaba en los clasificados otro aviso.
-Mañana vence la luz- dijo Javier, alcanzándole la tostada.
-Ya sé.
-¿Es el primer o segundo vencimiento?
-Segundo.
-¿Tenemos algo juntado?
-No- dijo Fernanda marcando otro aviso.
-Esta bien. Voy a ver si puedo pedir un adelanto en el laburo. ¿Otra tostada?
-Dale.
II
Fernanda se sentó en el banco de la plaza y tiró el diario a su lado.
Era siempre lo mismo. Ya se estaba llenando los ovarios con tantas entrevistas al pedo. Hacía ya ocho meses que estaba parada, Javier bancaba todo él solo, y la cosa se estaba poniendo brava.
En las entrevistas era siempre lo mismo: si era un tipo el que la entrevistaba, no dejaba de mirarle las tetas; si era una mina...bueno, algunas le miraban las tetas, también.
Se levantó del asiento.
Un taxista le tocó bocina y, asomando medio cuerpo fuera de la ventanilla, le gritó:
-¡Que pedazo de ojete, mamita!
Dios mío.
III
-¿En qué le puedo ayudar Igurrutiaga?
-Necesitaría un pequeño adelanto, señor Delmecho.
-Lo siento, Igurrutiaga, estamos en el horno.
-Tengo que pagar la luz, señor.
-Y yo me tengo que operar de una hernia de huevos, Igurrutiaga. ¿Acaso voy yo a su puesto de trabajo y le rompo las bolas contándole de mi hernia de huevos, Igurrutiaga?
-No, señor.
-¿Entonces, Igurrutiaga?
-Pero de verdad necesito esa plata, señor Delmecho. Me van a cortar la luz.
-Y yo de verdad necesito operarme de esa hernia de huevos, Igurrutiaga. ¿Sabe como duele una hernia de huevos, Igurrutiaga? Ni coger puedo, Igurrutiaga. Ahora, usted viene y me llora: “me van a cortar la luz, señor Delmecho”. ¿Y sabe por donde me paso yo su preocupación, Igurrutiaga? Por el quinto forro del orto me paso su preocupación, Igurrutiaga.
-Señor Delmecho...
-¿Si, Igurrutiaga?
-Váyase bien a la concha de su madre.
IV
Fernanda ya estaba en casa cuando él llegó. La encontró en la cocina, pelando unas papas.
-Hola, mi vida- la saludó con un beso.
-Hola, mi amor.
-¿Tuviste suerte?
-Como siempre.
-Tengo una noticia.
-¿Buena o mala?
-Mala.
-No me la digas, entonces.
-Me rajaron del laburo.
-¿Cómo que te rajaron del laburo?- dijo ella tirando la papa a la mierda.
-Discutí con el jefe.
-¿Y qué pasó?
-Me forreaba. Y primero lo mandé a la concha de su madre.
-¿Primero? ¡Ay, Dios mío, Javier! ¿Qué fue lo segundo?
-Lo senté de culo de una trompada.
V
Comían en silencio.
El enojo de Fernanda era palpable. Si esto fuera un dibujito animado, seguramente veríamos una nubecita negra lanzando rayos por encima de su cabeza.
Javier tenía la vista fija en su plato de papas fritas, como si en ellas se encontrara el gran secreto del universo.
-Javier...
Él levantó los ojos un poquito.
-¿Si?
-¿Sabes qué, mi amor? Yo no me quiero enojar...
Bueno, pensó él, capaz que zafo de la cagada a pedos.
-¿Pero me queres decir que mierda hacemos ahora, pedazo de pelotudo?
No, no zafamos un carajo.
-A mí me está costando un huevo conseguir un laburo, y vos te das el gusto de perder el tuyo justo ahora.
-Bueno, Fer, ¿qué queres que te diga?
-Quiero que me expliques que vamos a hacer ahora.
-Bueno, a mí me dieron unos buenos mangos. Unos meses vamos a tirar tranquilos.
-¿Y después?
-Vos también, Fer, sos más pesimista que la mierda.
-¿Pesimista? ¿Qué yo soy pesimista? Hace ocho meses, Javi, ocho meses que estoy buscando algo, cualquier cosa. ¿Vos pensas tener más suerte que yo y en menos de una semana encontrar algo?
-Bueno, no tanto.
-Ah, menos mal que en esto me das la razón.
-Ya conseguí.
Fernanda se quedó con el tenedor a mitad de camino a la boca.
-¿Qué?
-Que ya me ofrecieron laburo.
-¿Te ofrecieron?
-Si.
-¡Pero vos tenes más culo que cabeza, Javi! ¿Quién te ofreció laburo?
-Todavía no acepte, Fer.
-Ay, no.
-No te enojes.
-Espero que no sea lo que imagino, Javier. Te conviene que no lo sea.
-Vos sabes que siempre me rompió las bolas para que vaya con él.
-Te juro por Dios que meto todo en una valija y me las piro, Javier. Te lo juro por Dios.
-¿Y qué querías que haga, eh?
-¿Cómo se entero?
Javier jugueteó con una papa frita en el plato.
-Lo fuiste a ver. ¡La puta que te parió, Javi, lo fuiste a ver!
-No lo fui a ver. ¡Y no me grités!
-¿No lo fuiste a ver? ¿Y entonces?
-Se me cruzó.
-Ah, mirá vos, se te cruzó.
-Con el auto.
-¡Pero claro! ¡Una casualidad de la san puta!
-Te estoy diciendo la verdad, Fer.
-Me imagino.
-Bueno, pensá lo que quieras.
Fernanda se levantó de la mesa con un pan en la mano, dispuesta a embocárselo entre medio de las cejas, cuando justo en ese momento tocaron el timbre.
VI
Fernanda lo miró a Javier. Este se encogió de hombros. Ella lo señalo con su índice.
-Te conviene que no sea.
Él se volvió a encoger de hombros y ella fue a la puerta.
-¿Quién es?- preguntó.
-Yo, mi vida, papá.
Ella miró por encima de su hombro a Javier y lo fulminó con la mirada.
Abrió la puerta.
Una persona bajita, calva y sonriente, vestida con un traje azul y la corbata desajustada, la abrazó.
-¡Mi vida!
-Hola, papá.
-Siempre tan demostrativa vos con tu padre. ¿Está Javier?
-Si.
-¿Puedo pasar o me vas a dejar de este lado de la puerta?
-Pasá- dijo ella muy secamente.
-La misma alegría que tu madre, Dios la tenga en la gloria. Javier, a ver si le pegas una buena cogida, así se le va esa cara de culo que tiene.
-¡Papá!
-¡Hago lo que puedo, Don Ulises!- contestó Javier riendo.
Don Ulises se sentó a la mesa.
-¿Los agarré comiendo? ¿No hay un platito para mí?
-Claro, Don Ulises- dijo Javi, alcanzándole su plato-. Son solo papas fritas, sírvase con confianza.
-Gracias, Javi.
-¿Puedo preguntarte que haces por acá?- dijo Fernanda, acercándose a ambos.
-Hoy le ofrecí, como siempre, trabajo a tu marido- dijo Don Ulises, mientras agarraba una papa frita con la mano y la comía despaciosamente-. Y me acerqué hasta aquí para ver que había decidido.
-Sabes muy bien, papá, que no me gusta que interfieras en nuestra vida. Javier te dijo muchas veces que no le interesaba tu ofrecimiento.
-Acepto, Don Ulises- dijo Javier, estirando su mano.
-¡Que bien!- dijo Don Ulises, estrechándosela.
-¿Cómo?- gritó Fernanda.
VII
-¿Qué haces, Fernanda?
-¿No ves? Pongo mis cosas en una valija.
-No seas boluda.
-Yo te lo advertí.
Don Ulises se asomó por la puerta de la habitación.
-¿Molesto?
-Su hija se quiere ir, Don Ulises.
-Lógico. Loca como su madre, que Dios la tenga en la gloria.
-A ver decime: ¿cuál es el problema de que labure con tu viejo, eh?- dijo Javier poniéndose frente a ella.
-El problema es que no quiero que mi padre maneje mi vida nuevamente.
-¿Manejarla?
-Así como lo ves, a mi padre le gusta manipular a su antojo a la gente. ¿O no es verdad, papá? ¿Por qué no le contas a Javier como se murió mamá?
-Tu madre se murió de tristeza- dijo Don Ulises, bajando la vista.
-No, papá. Mamá se murió porque se sentía ahogada con tu presencia constante.
-Hay cosas que vos no sabes, Fernanda.
-¿Qué cosas?- preguntó Javier.
-Muy bien, creo que hasta aquí llega esta patraña- dijo Don Ulises-. Fernanda, dejá esa valija tranquila por unas horas. Javier, prepará café.
-¿Ves lo que te digo?- dijo Fernanda-. No puede con su genio y ya empieza a mandonear.
-¡Basta, Fernanda! ¡Por respeto a tu madre he guardado silencio y aguantado tus desplantes constantes! ¡Soporté tu odio hacia mí por una promesa que me pesa en el alma! ¡Que me perdone tu madre, pero esto ya es insoportable!
Javier y Fernanda estaban sorprendidos.
Don Ulises dejó caer sus hombros, abatido.
-Ya estoy viejo, muy viejo, y me siento solo. Extraño a tu madre. Se que me queda poco tiempo y no quiero llevarme este secreto a la tumba conmigo.
Les dio la espalda y se dirigió al comedor.
-Vamos a tomar ese café. Tengo que contarles muchas cosas, y algunas son muy dolorosas para mí como para decirlas de parado.
ESTA HISTORIA CONTINUARÁ.
opa!!!!!!!! me quede con toda la intriga!!!!!!cuando sigue?
ResponderEliminarMe gustan los subidones: Continuará dentro de unos días. A la intriga hay que alimentarla un poco, che.
ResponderEliminarBesos.
jaja los diálogos jefe-empleado parecen ser tu especialidad! jajaja estuvo buenísimo eso!
ResponderEliminarY bueno, la mano viene de revelación de secretos familiares bien guardados, parece. Que intriga, señó!
Escucheme una situación Adrián,¿como seguimos? mande mail!
genio en esos diálogos! y para el suspenso! pero estoy trabajando sobre mi ansiedad así que todo bien, siga cuando quiera. mmmmhhhhhmmmmhhhhmmmmmmmm..........
ResponderEliminarLils: Hay que aguantar. Faltan dos capítulos y la cosa se pone fulera.
ResponderEliminarCla9: ¡No se me desespere! Todo llega a su debido tiempo.
ResponderEliminarBesos.
Grrrrrr don Checho, ¡¡¡no me haga esto!!! piense que soy una pobre anciana y que este tipo de cosas afecta más mi salud, será posible carancho????, voy a tener que esperar, como con la tarotista, no, si uds. se confabulan para hacernos sufrir!!!
ResponderEliminarAhora don, me hace acordar a mí en mis años jóvenes con las puteadas al jefe jejeje, a ver si se apura un poco y escribe las partes que faltan eh? besos
Encantador. Diálogos modernos y nada rebuscados.
ResponderEliminarEspero continuación.
Por aquí encontré amiguitas geniales, buenas escritoras, lils y ceci. Les mando besos.
Adrián te saludo desde mi valle.
Marita Ayosa
Por su tierra dicen: ¡Sos la Hostia!! y por aquí... ¡hostigador de mentes!! Se conoce, muy, pero que muy bien, la reacción humana. ¿Acaso, en su currículo hay algún estudio de Psicología? Aclárelo. Éste, el de psicólogo, entre otras profesiones, me hacen estar en guardia. ¡Bah!! es un decir... pero... eso sí... ¡sorprenda!!!
ResponderEliminaranhir21: La verdad, pensaba subirlo todo de una, pero me pareció demasiado. ¡Y eso que mis lectores saben que me zarpo con la longitud de mis relatos!
ResponderEliminarEn fin, que decidí dividirlo en tres partes para darle intriga al asunto.
Dentro de unos días postearé la segunda parte, no se me enloquezca.
Muchos besos.
Marita Ayosa: Lils y Ceci son los más, concuerdo con usted.
ResponderEliminarBesotes.
Ángeles: ¿Psicólogo yo? ¡Nuuuuuuu, por favor! Yo soy canchero, hago mantenimiento de canchas de tenis. Tengo polvo de ladrillo hasta en el or...bueno, hasta ahí, usted me entiende. Pero psicólogo, lo que se dice psicólogo, no, no soy.
ResponderEliminarBesos.