I
La cama me espera con sus sábanas abiertas y su almohada ergonómica. Por la ventana abierta entra el sol y una suave brisa que no ha podido quitar el olor a rancio y a muerte eminente de la habitación.
Estas son mis últimas palabras. Las escribo para que se entienda lo que me lleva a esta decisión. Debo advertirles que verán una palabra repetirse constantemente en estas páginas. Esa palabra es “extraño”, en su categoría de raro o fuera de lo común.
¿Y por qué?, se preguntaran ustedes.
Por que toda mi vida es una extraña concatenación de sucesos donde lo extraño prevalece.
Pero empecemos desde el principio, para que ustedes entiendan. Y ese principio, casualmente, comienza con mi extraño nacimiento…
II
Nací un día de tormenta a las tres de la tarde. Mi madre (que Dios la tenga en la gloria) sintió las primeras contracciones y le avisó a mi viejo (que Dios lo tenga en la gloria). Este salió a la calle a buscar un taxi. Mi madre lo esperaba en la puerta de casa, bajo un paraguas. Mi viejo corrió hasta la avenida y consiguió un taxi. Se acercaron hasta casa y mi viejo bajó del taxi para ayudar a mi mamá a subir.
Y aquí ocurre el primer hecho extraño de mi vida.
En el exacto momento en que mi viejo estira su mano y toma la de mi madre, cayó el rayo.
Mi viejo murió en el momento, totalmente carbonizado. Mi madre tuvo un poco más de suerte. Voló unos siete u ocho metros y golpeó el pavimento quedando tirada como una muñeca rota. Ya estaba muerta mucho antes de caer.
Cuando la ambulancia llegó, uno de los médicos encontró un latido. Era mi corazón.
Ese fue el segundo hecho extraño.
El cuerpo de mi madre fue llevado urgentemente al hospital y le practicaron una cesárea.
Dicen que mi primer llanto al llegar al mundo fue recibido como un milagro.
El milagro que mis padres no tuvieron.
Extraños milagros ofrece Dios algunas veces.
III
Lo único extraño que encontraron en mí fue que mi corazón tenía un aceleramiento en sus latidos. Por lo demás, era totalmente sano.
No recuerdo si ya en esa época me adelantaba. Capaz que sí, no sería nada raro.
Mis abuelos fueron los que tomaron en sus manos mi crianza. Me dieron mucho amor y fui muy feliz con ellos.
Ahora bien: como dije anteriormente, no recuerdo si de bebe me adelantaba, pero tengo grabada en mi memoria lo que me ocurrió a los seis años.
Una noche me acosté como todas las noches. Mi abuela me arropó y me dio un beso en la frente. Salió de la habitación y dejó la puerta apenas entreabierta para que la luz del corredor no me dejara totalmente a oscuras. Cerré los ojos y me dormí. Y cuando me desperté, todo había cambiado.
IV
Al principio no me di cuenta de lo sucedido. La habitación parecía la misma. Sólo cuando fui al baño y me miré al espejo me sobresalté. Había crecido. Salí del baño y corrí a la cocina, así, en calzoncillos. En la cocina me encontré con mi abuela. Estaba preparando la leche.
-No corras adentro, te vas a lastimar- me dijo.
-¿A-abuela?- tartamudeé yo. Su cabello estaba más cano y su espalda encorvada.
-¿Si, mi amor?- dijo ella dándose la vuelta-. ¿Qué haces en calzoncillos, Damián? Andá a ponerte la ropa que tenes que ir al colegio, haceme el favor.
Era mi abuela, de eso no cabía duda, pero mucho más anciana.
Me asusté mucho y me puse a llorar.
-¿Qué te pasa?- se preocupó mi abuela. Se acercó y puso su mano en mí mejilla.
-¡No sé, abuela! ¡No sé que me pasa! ¡Me desperté y estoy distinto, más grande! ¿Qué pasó, abuela? ¿Qué me pasó?
-No sé que queres decirme, Damián. Habrás tenido una pesadilla. Ahora, haceme caso y andá a cambiarte mientras te sirvo el desayuno, ¿si? Arriba de la silla tenes el guardapolvo planchadito.
La miré a mi abuela con la boca abierta. No podía creer lo que escuchaba. Pareciera que ella no se daba cuenta de nada.
Ese día, no sé por que, en el lapso en que dormí, me adelanté tres años. De los seis que tenía pase a nueve sin escalas.
Pero lo más extraño: que para los demás era como que no había sucedido nada. Es más: ellos tenían recuerdos de esos años para mí perdidos, cosas que yo debería haber vivido y que no recordaba; cosas que, según ellos, yo había hecho. ¡Hasta fotos vi de aquellos años! Fotos en las que me veía sonriendo a la cámara, festejando cumpleaños propios, abriendo regalos en las navidades, andando en bicicleta. ¡Andando en bicicleta! ¡Yo no sabía a mis seis años andar en bicicleta! Pero tal parece, en algunos de esos tres años, aprendí.
V
¿Entienden ahora? Comencé a temer dormirme. Aquella noche me adelanté tres años. ¿Qué podría pasar si un día me despertaba y me encontraba convertido en un viejo de ochenta o noventa años? Realmente no quería saberlo, así que decidí no volver a dormirme jamás. Claro esta que esa promesa era la de un chico de seis (nueve) años. ¿Qué se podía esperar? Absolutamente nada. Caí en los brazos de Morfeo sin ofrecer resistencia.
Esa vez adelanté quince años de un saque.
VI
Y esa vez sí. ¿Ustedes tiene idea lo que es un día tener seis (nueve) años y al siguiente despertarse con veinticuatro? Es algo que no le deseo ni a mi peor enemigo.
Me encontré casado con una mujer que no conozco, con un hijo que no recuerdo haber engendrado, y con mis abuelos muertos hace tiempo.
Caí en una crisis nerviosa que llevo a mi esposa a llamar al médico. ¿Qué mejor idea tuvo este muchacho? Dormirme.
Cuando desperté me encontré en esta habitación, donde ahora escribo estas líneas. Es un pisito en un barrio bastante malo. El baño continuamente se tapa y los soretes suelen salir a pasear un rato para cambiar de aire, la rata más chica le hace frente a un gato de buen tamaño, y los ruidos nocturnos es una mezcla de gritos, tiros y vidrios rotos.
De aquellos veinticuatro adelanté a treinta y tres.
Ahora estoy separado y no puedo ver a mi hijo. Hay una orden de restricción. Algo malo habré hecho, lo triste es que no me acuerdo qué.
Pero ahora, ya mayor y sin crisis de nervios a la vista, pensé en frio la situación. En menos de dos días se me pasaron veintisiete años. Si no le ponía un parate a esto, un día iba a despertar justo para dar el último suspiro.
El tema principal era no dormirme. En ese sentido, el barrio donde aparecí me vino como anillo al dedo. En menos de cuarenta minutos conseguí varias sustancias prohibidas.
A uno de aquellos que me vendieron, y mirando los pequeños sobrecitos que puso en mi mano, le pregunté:
-¿Estás seguro que esto no me permitirá dormir?
-Te puedo asegurar que al inyectarte esto no dormirás por semanas- me dijo mientras contaba los billetes.
Y tuvo razón. Ya llevo cinco años sin dormir.
VII
¿Qué eso es imposible? No, no lo es. Yo soy la prueba viviente de eso.
Está bien, admito que hay algunos efectos secundarios bastante peculiares. Por ejemplo, el chancho. Si, un chancho. ¿No saben lo que es un chancho? Pero este chancho es algo diferente. Por empezar, es fucsia. Si, fucsia. ¿Escribo en chino yo? Y tiene lunares y alitas. Me habla, me dice cosas, cosas que no entiendo. Dice: oink oink. ¿Qué mierda quiere decir oink oink, por el amor de Dios? Estoy seguro que es un mensaje satánico. Lo he grabado en cinta y oído al revés. Todavía no le encuentro sentido (creo dilucidar algo del checho y la ricota), pero algo oculto hay seguro.
VIII
¡Dios mío, alucino! No borré lo anterior para que, por lo menos, puedan siquiera comprender mi estado por estos cincos años drogándome y sin dormir.
IX
En estos cinco años me puse a investigar un poco para entender lo que me sucede. No soy muy inteligente, pero llegué a una conclusión: todo es por el rayo.
Verán: ya les dije que lo único que encontraron los médicos en mí fue un aceleramiento en mis latidos. Pero eso fue sólo el comienzo. Luego, lo que se aceleró fue mi metabolismo. Lento al principio, rápido después. Tan rápido es, que mi cuerpo se adelanta a mi mente. Por eso no tengo recuerdos de nada: porque todavía no llegaron a mí.
X
Y esto es todo.
Cinco años sin dormir…
¡Dios mío! ¿Pueden entender eso? Lo único que quiero es vivir. ¿Pero vale la pena por lo que pago?
No, no lo vale.
Por eso hoy he preparado la cama. Tengo planeado dormir una laaaarga siesta.
Ojalá tenga lindos sueños.
Un agradecimiento a Enrique, porque gracias a su relato "El señor Antonio", nació este. El de él era sobre fotografías. ¿Y que pasaría, me dije yo, si cada vez que te dormis se te adelantan los años? Esta es la respuesta.
ResponderEliminarEspero que les guste.
Por ahí se me escapó un chiste interno. Para los que quieran saber de que se trata, sólo deben hacer "click" en el enlace creado. Eso es por culpa de mi alter ego, pero capaz que les resulte divertido.
Besos y abrazos para todos.
MUy bueno Adrian, original y atrapante.UN abrazo.
ResponderEliminarPiper: No se me ponga zalamero, Piper. Usted no me conoce. Mire que yo me enamoro enseguida, eh.
ResponderEliminarDeje el abrazo de lado y deme un beso. Dele, no sea arisco que somo socios, somo.
qué impresión!! será por eso que hay tantos cocainómanos?? je.
ResponderEliminarbuenísimo el relato de terror!!!
y me muero con el chanchis nadandoooooooooo (no sabía de esa pag)
felicitaciones!!!
el no dormir lo esta poniendo mal amigo adrian, y encima con ese titulo la gente va a pensar mal.
ResponderEliminarCla9: ¡Pero que pregunta, mi estimada! No sé, capaz que sí, que se yo.
ResponderEliminar¿Vió lo que e' el Chanchis en el acuoso líquido? El Chanchis tiene parentezco con los delfines. A ellos también se los llama chanchos de mar.
Besotes.
Piper: Conmigo ya piensan mal desde que empece con esto de los blog, pregúntele a la jefa.
ResponderEliminar¿Y el beso? ¡No me diga que no se atreve! Venga, hacerque la trompa.
¡Que vida más desgraciada la suya! pordiooooo!
ResponderEliminarY encima el Piper me lo trata de rarito! Bueno, la verdá la verdá, que usté ES RARITO!
Las cosas que le hace hacer a ese pobre del Chanchis! No tiene perdón de dios, vea.
Oigaaaaaaaa no se duerma! despierte! wake up! es peligroso! oigaaaaaaaa
Bue...no hay nada que hacer. Espichó nomás!
Lils: zzzz zzzz zzzz
ResponderEliminarHonor que me hace citándome como fuente de inspiración para este excelente relato, Don Adrián, a tal punto que si lo que quiere es un beso con cierto aire de masculinidad, puede contar con el mío. Incluso el Chanchis, si me apura, animalito de Dios, ¿por qué lo vamos a discriminar? Además, como viene del agua, estará limpito, cosa que no sé si puede decirse de usted.
ResponderEliminarEn fin, le mando un abrazo y no se olvide de recordarme cuándo me toca.
Enrique: yo lo toco cuando usted quiera, mi estimado. ¡Ah, usted me dice para subir su relato! Bueno, ahí le mando mail. Dígame si lo recibe, plis.
ResponderEliminarMe encantó el cuento. Se lee de un solo tirón. Nos mantenes especulando siempre con el posible final.
ResponderEliminarEl tema del viaje temporal es dificil de tratar y en este caso tiene un viraje más que original.
Un abrazo Adrián...
Walter: ¿Culiando con quién? ¡Ah, especulando, dice usted!
ResponderEliminar¿Le gustó? Es lo que digo yo: hay gente para todo.
Besos.
Adrián:
ResponderEliminarToque, toque, que todavía es gratis.
Tiene razón, hay gente pa todo, mire.
Enrique: ¡Ah, no, por no decir "culo" que queda feo!
ResponderEliminarSi vamo a hacerlo lo hacemo con amor.
Pero qué maravilla don! mire que apenas ando con tiempo pa leer y ud. me engualicha con sus escritos, fenomenal lo suyo, y me enterneció el chanchito en la pileta, qué dulzuraaaaaaaaaa!, le mando ósculos en la frente así me reservo los besos tibios en la mejilla para el Enrique del meñique, en síntesis besos a ambos
ResponderEliminarNo me se ponga celosón; Don Adri. Sucede que la veteranía es un grado y a esta chica yo la vi primero. No es nada personal.
ResponderEliminarJánir: Gracias por los besos y no deje de pasar por mi nuevo post.
Anhir21: Yo soy así: engualichador.
ResponderEliminar¿Le gustó el chanchito? No se pierda las aventuras del Checho, yo se lo que le digo.
¿En la frente los besos? Mire que yo soy de frente amplia, tiene pa' besar rato largo.