2 ene 2010

HECHICERA (La Hija del Rey Dragón)





Cuando me acusaron de brujería no entendí. Sentí una vez más el gusto amargo de la injusticia en mi boca.Lograba reírme, sin que se notara, de mis irreverentes intervenciones en situaciones ajenas.
Eran tramas perfectas, calculadas, como tejidos hilados con esmero y dedicación, con visión de conjunto y de sus causas y sus efectos.
Obras de arte intangibles, disfrutadas por los pocos que acompañaban a la naturaleza con sus actos…

El fuego no logró quemar mis ideas. Ni mi espíritu, más libre que nunca. Tampoco logró hacerme sufrir, aunque grité, como siempre lo hacía para limpiarme de ciertas energías invasoras.



Lo mejor de todo fue cuando vi, mientras sobrevolaba el área, las caras de los que rodeaban la pira. En sus rostros deformados resaltaban, como imágenes superpuestas, sus estados bajos, ignorantes de lo que realmente estaba pasando…

Pero no. No fue lo mejor. Ese disfrute mutó drásticamente en pena. Profunda, atemporal pena por esa cualidad mayoritaria que sabía iba a hacer estragos en este mundo hermoso.

Y me fui, consciente de que era por un rato. Que iba a tener que volver… Que a veces ser chivo expiatorio no es suficiente. Y que algunas historias tienen que cerrar.

Más allá de los sentires y del tiempo, aquí estoy, esperando lo único esperable: regresar al presente.
Tratando de olvidar hábitos inolvidables.
Tratando de conservar ciertas células impecables.
Manteniendo el valor, la dignidad y el arte.
Y sobre todo, el sentido de misión, oculto en la espontaneidad.

Más allá del espacio que me ocupa, soy un universo entero, en eterna expansión.

Sigo sin entender mucho, pero creo que puedo vivir varias vidas más con eso…


La naturaleza me mostraba haceres que llevaba a cabo sin esfuerzo y con eficacia. La eficacia nata del ciego para detectar presencias, visualizar energías y recordar futuros.
Eran tiempos duros esos.
Se hacía necesario parecer ser normal para no levantar sospechas. Esa normalidad grotesca y preliminar, desbordada de prejuicios y tabúes.
Sin embargo, un subyacente sentido del humor, absolutamente disfrazado, me hacía gozar de una manera única.

14 comentarios:

  1. Y todo lo que podrá aprender en todas esa vidas para entender un poco más...
    Una belleza.

    ResponderEliminar
  2. ¡Brujas!, que son todas unas brujas, Don Adrián, se lo digo yo, que vivo afuera (eso decía Jorge Luz hace muchos años, como si vivir afuera otorgara algún tipo de sabiduría adicional. En fin...
    Ahora en serio, muy lindo relato Doña Cla9 (suponiendo que sea una Doña y no un Don, que no me consta y no estoy seguro de que quiera que me conste) Felicitaciones.

    ResponderEliminar
  3. totalmente adrián... te gustó? qué bueno!!

    ResponderEliminar
  4. jeje.. y, todas somos un poquito brujas don enrique...
    me complace mucho que le haya gustado mi cuentito!!!

    ResponderEliminar
  5. ¡Empecemos a prender la hoguera, Enrique!

    ResponderEliminar
  6. Y sobre todo, el arte. Ese arte que pone al descubierto tu innegable relación con la hechicería, con la magia, con la vida, bah!

    Salga de ahí, Adrián, que hace con los fósforos!

    Hermosísimo Cla. :-)

    ResponderEliminar
  7. gracias lils!!! vos sabés bien de esas relaciones.. como llamarlas.. sanguíneas, genéticas, pieléticas, ja. me halaga que te haya gustado!!!
    y seguramente a los muchachos les que daron cañitas voladoras que encender...
    salutatis!!!

    ResponderEliminar
  8. Hola Claudia: buenisimo el cuento, me encantó , para vos y el resto de los socios, un muy feliz año.

    ResponderEliminar
  9. gracias piper, por lo del feliz año, igual para vos y por lo del cuento, genial que te haya gustado!!

    ResponderEliminar
  10. andrea?? qué bueno que te gustóooo!!! besotote!

    ResponderEliminar
  11. Hermoso Claudia, con una prosa bien cuidada, pero que no pierde espontaneidad.
    Un relato muy sugerente, gracias por acercarlo al blog...

    ResponderEliminar
  12. walter, qué lindo y atento tu comentario!!
    muchas gracias a vos!!

    ResponderEliminar