27 mar 2010

El ocaso en que descubrí a un tal Gerald

Dibujo de Leo Noboa

Con admiración y respeto, dedicado al maestro Gerald Thomas


El sol amenazaba con dejarnos en tinieblas, mientras la tarde, impávida, se esforzaba muy poco por evitarlo. Tres o cuatro turistas, tirados panza arriba, se empecinaban en disfrutar de los raquíticos haces de luz en la playa floridana.Aquel jueves de febrero me encontraba al final de la rutinaria tarea de acomoda- reposeras en la playa del National. Metía toallas y cobertores sucios en una bolsa negra, al tiempo que repasaba mentalmente los rótulos que se me habían ido adosando a lo largo de mis cuarenta y pico de infructiferos años. Hijo en Mendoza, estudiante en Córdoba, locutor en Entre Ríos, cocinero en Aruba, mozo en Miami y ahora también “beach attendant”. No muy prometedor para alguien que a los diecisiete años se pensaba el sucesor de Borges o al menos un pichón de Cortazar.

Mi colega Jairo, el chapín, me miró con desgano, señalándome la salida del hotel.

—Atiéndalo usted Walter —me dijo con fingido respeto, a la vez que agarraba una sombrilla tirada en la arena, simulando encontrarse muy ocupado.

—Semejante amabilidad me confunde —pensé divertido. Mi compañero solo hacia esto cuando tenía catalogado al huésped de turno como mal tipeador. Luego me contaría que ya lo había atendido otras veces y nunca recibió mas de cinco dólares.

Cerré con fuerza la bolsa y le salí al encuentro. Mediría unos pocos centímetros más que yo, de cincuenta y tantos años, tez blanca, pelo negrísimo y nariz prominente. Surcó por mi cabeza la idea de que me encontraba en presencia de alguien famoso y rico, un excéntrico personaje de esos que bajan del norte. Desbordaba personalidad. Un tipo con aura dominante, como dicen por ahí.


—¿Puedo ayudarlo señor, se hospeda usted en el National Hotel? —pregunté, con la misma cantaleta repetida mas de mil veces.

Me contestó que se estaba quedando en el cuarto 706 y su nombre era Gerald Thomas. Pese a su blancura casi espectral, descarté que se tratase del director británico de cine fallecido varias décadas atrás.

—Solo quiero que me cuide un rato estas cosas, mientras me pego un baño en el mar —agregó cortésmente, dándome una envoltorio de plástico con ropa y un par de lentes. Un billete de veinte dólares me ayudó a hacer la tarea más placentera.

Estaba un poco fresco, salíamos de un frente frío que bajó los termómetros a treinta y pico, por eso me extraño la naturalidad con la que mr.Thomas se zambulló en el océano.


Unos quince minutos más tarde regresó por sus pertenencias. Le agradecí con un aporreado ingles que denunciaba mi no pertenencia a estas tierras. Me interrogó de donde venia y al contestarle Argentina se le iluminaron los oscuros ojos.

—Ahh, Buenos Aires —exclamó en un español aportuguesado— una de las ciudades mas bellas del mundo. La mixtura justa entre la modernidad europea y el pintoresquismo sudamericano.

Sacudió con la mano unas gotas que pendían de su cabello, se colocó los lentes y agregó :—Hace pocos meses estuve allá, dando unos talleres de teatro en el San Martín. También voy regularmente a Córdoba, al festival internacional.

—¿Es usted un actor de teatro? —pregunté entre curioso y avergonzado por no poder aun reconocerlo.

—Director de teatro —acotó y volviendo al tema de la ciudad porteña que lo tenía fascinado, agregó :—Cuna de Borges y Cortazar, dos geniales escritores que ha dado la lengua española.Catalogó al famoso ginebrino como el más universal de los autores modernos y resaltó el compromiso social y la consecuencia de Julio, a quien dijo haber conocido poco antes de su muerte.

A esa altura yo estaba embobado, me pellizqué disimuladamente para saber si no soñaba. Me encontraba frente a un intelectual de primerísimo nivel y hablando de mis dos mas grandes amores. Luego le tocó el turno a “Rayuela” y el sismo que provocó en la aburguesada literatura de aquel entonces. “Casa tomada” era para él el mejor cuento del franco-argentino, para mi: “La noche boca arriba“. Del genio ciego elogiamos “Borges y yo”, cuento sobre el cual había realizado un cortometraje.

Luego le conté de mi pasión temprana por el teatro, allá en los ochenta, en tierras cordobesas y como la cruda vida me alejó de la mas autentica expresión artística del ser humano.

Cuando las sombras amenazaban la vieja casucha de madera, agarró su bolsita marrón y se despidió. Un grupo de alborotadas gaviotas, cuervos y palomas, habían armado un zafarrancho por un puñado de papas fritas que algún gracioso desparramó en la arena. Nos alejamos unos pasos del bullicio y aproveché para comentarle sobre mi libro de cuentos “El guionista de Dios…¿o del Diablo?”, que desde hacia unos días había salido humildemente al mercado.

—¿Bose escribió un libro? —preguntó sorprendido— me gustaría leerlo.

—Mañana sin falta se lo traigo, será un honor para mí. —exclamé sinceramente.


El viernes amaneció frío y ventoso, grandes olas rompían el otrora calmo horizonte. Sentado en un banquito oculto tras la cabaña, esa aburrida jornada, buscando algún nuevo error, repase mi libro por centésima vez. Mi nuevo amigo ni apareció por la playa. Temí se hiciesen realidad los vaticinios de Ernesto, mi hijo mayor.

—No creo que vuelvas a verlo —habia declarado mi vástago con su habitual optimismo— Seguro que te dijo eso solo por compromiso.

Guardé el libro en mi mochila y regresé a casa bastante decepcionado. Mi última chance de entregárselo seria el sábado, pues domingo y lunes estaba libre.

En la noche me perdí en la red buscando información sobre el tal Gerald Thomas. Tal como lo intuía, resultó ser un prestigioso director anglo-brasilero con una dilatada trayectoria. La verdadera dimensión de su tamaño me la dieron sus sitios en la Web(http://colunistas.ig.com.br/geraldthomas/ y http://www.geraldthomas.com/)

Allí encontré desde una foto suya junto al colosal Samuel Beckett, pasando por unos elogiosos y largos comentarios de Philip Glass, hasta recortes en los más importantes periódicos del planeta alabando sus obras.Asumí con tristeza mi ignorancia y hasta vergüenza sentí por no haber sabido de primeras con quien me enfrentaba.

El tipo, sin lugar a dudas, había revolucionado el teatro brasilero y mundial, ganándose un lugar en el panteón junto a los grandes innovadores de esta época. Parecía ser una de esas personas que se juegan el todo defendiendo sus convicciones. Alabado y denostado por igual. Cielo e infierno. Dios y el Diablo en un cocktail explosivo.


Pasado el mediodía del sábado, el desasosiego pasó a ser resignación. Al final en un acto “temerario”, decidí llamarlo al cuarto 706. Eso lo teníamos estrictamente prohibido y podía llegar a perder mi prestigiosa posición de acomoda reposeras.Me indicó que no se había olvidado de mi libro, solo había estado ocupado con algunos reportajes, y que bajaba a la playa como en diez minutos.

Apareció junto a una elegante y simpática carioca, les di la mejor ubicación, ya reservada desde tempranas horas. Tenia bastante trabajo esa tarde, así que no pude prestarle demasiada atención, además no deseaba caerle pesado estando en tan linda compañía. Como sea me las rebusqué y de tanto en tanto hablamos del bahiense Amado y su folclorismo excesivo, de sus conversaciones con Manuel Puig, de Héctor Babenco y su obra cumbre “Pixote”, etc, etc.

Antes de marcharse y cuando yo ya imaginaba el final de mi historia con el gran Gerald Thomas, me dio un fuerte apretón de manos y dijo: —Walter, me gustaría tomar un café contigo antes de volver a Nueva York.Ahí me enteré que se quedaba unos días mas y ni lerdo ni perezoso, lo invité a encontrarnos en un Starbucks el miércoles a la mañana.

No quiero fatigarlos haciendo estúpido alarde de este encuentro, no es ese el objetivo de esta nota. Vamos al meollo pues…


El miércoles, esperando frente al café, bajo un cielo amenazante, volví a pensar que no vendría. El vuelo suyo salía a la tarde y seguro ya estaría camino al aeropuerto. Llamó por teléfono disculpándose por el atraso, el New York Times le acababa de hacer un interview para saber su opinión sobre el discurso de Obama en el Congreso. Aunque sea unos minutos me dedicaría antes del vuelo y así lo hizo.
Charlamos mas que nada sobre mi libro, mis expectativas, de cómo lo estaba difundiendo y de cómo me podía ayudar. Quedamos que en los próximos días haría un resumen de él y lo mandaría a distintos periódicos. También lo pondría en su sitio(al que entran mas de diez mil personas por día).
Se despidió de mí afectuosamente, con un beso en la mejilla que me agarró desprevenido, invitándome a Nueva York y asegurándome que volveríamos a encontrarnos. Lo vi perderse en la distancia y me quede estático por un rato, tratando de descender de la nebulosa en que me hallaba. Había comenzado a lloviznar y ni siquiera me enteré.

No sé si el caprichoso destino o el imparcial azar volverán a cruzarlo en mi camino. Fue como la aparición de un ángel en el momento que mas lo necesitaba.

No sé si alguna vez saldré de estas arenas miamenses, de esta faena de sonrisas fingidas y frases hechas.
Solo sé que un ocaso de febrero del 2009, descubrí a un tal Gerard. No al director consagrado e intocable, sino a un hombre sencillo y bondadoso.

POSDATA: A los pocos dias, pude constatar en su blog que la promesa de ayudarme habia comenzado a cumplirse….¡GRACIAS GERALD!



Gerald Thomas New York - 03/Março/2009 Constatou-se que 15 por cento da população americana, hoje, oficialmente, é hispânica. Legal e ilegalmente, 15 por cento no habla sequer lo inglês. Eu estava discutindo isso com um brilhante intelectual, um autor argentino que mora em Miami de nome Walter. Acaba de publicar um livro que irei resenhar junto com o livro do Denny Yang, “New York – New York” (um brasileiro de origem chinesa que mora em Taiwan e cujo blog está linkado aqui). O Livro do Walter se chama “O guia de deus?” Ou do diabo?


Gerald Thomas, 05/Março/2009 Ou: “O guia de Deus ou do Diabo?” (Não, esse é o título do livro de Walter Greulach, um genial escritor Argentino (seguindo a tradição de geniais escritores argentinos). Estou num estado de raiva e de “justiçamento” que não tem explicação. Deve ser a idade. Ou a menopausa. Sim, devo estar passando pela menopausa. Nem mais um minuto a perder. Viro-me, me mexo, pulo para várias áreas de Manhattan (várias fechando por causa da recessão), mas tenho me concentrado em reconhecer talentos. Os verdadeiros talentos: os escritos que me caem aqui nessa enorme mesa de metal.Danny Yang, Walter Greulach, Judith Malina sobre Erwin Piscator, uma pilha de novos scripts e Hard Shoulder prosseguindo com o cenário sendo feito na Polônia.

6 comentarios:

  1. Me quedo con la duda de si es ficción, o realidad, o las dos cosas.
    Buenísimo.
    Si volves a verlo, hablale de mí, je.

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  2. walter, si es verdad está impecablemente relatado, me sumo a tu felicidad del acontecimiento y me propongo leer tu novela.
    y si es ficción, está impecablemente relatado, me sumo a esa felicidad del acontecimiento y me propongo leer tu novela. skål!!!

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  3. Es verdad. Leí hace poco en el blog de Walter en Clarín otra crítica muy buena de un brasileño, no Walter?
    Un lujo tenerlo por acá! :-)

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  4. http://blogs.clarin.com/waltergreulach/

    Ahí ta el vínculo, Cla.

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  5. El encuentro sucedió en realidad y el tipo se portó bárbaro apoyando mi primer libro.
    Me alegro que les haya gustado el relato.
    Si alguien está interesado, El guionista se consigue en Amazon.com.
    Un abrazo a todos...

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