23 abr 2010

VICISITUDES EN LA SOCIEDAD DE FOMENTO VI / UNA CHARLA EXISTENCIALISTA

I

La clase terminó.
Quique está parado en la puerta saludando a cada una de las personas que se están yendo. Van pasando de a una y Quique estrecha manos y reparte besos a discreción. A su lado se encuentra Ezequiel. Como prometió, lo dejó compartir la primera clase con él.
Ernesto, Orlando, Miguel, José, Raúl y yo estamos sentados en la mesa de siempre. También fuimos partícipes de la clase de tango, pero nosotros nos quedamos. Para ser completamente sincero, debería decir que prácticamente vivimos acá.
Me duelen las piernas y los pies. Con carpa, me saco los zapatos y estiro los dedos debajo de la mesa.
Quique se acerca con Ezequiel y se sientan.
-¿Cómo la pasaron, muchachos? ¿Se divirtieron? Vos, Ernesto, una barbaridad lo tuyo. Miguelito: por ser la primera vez, bastante bien. Orlando: esto es tango, no salsa. No revolees tanto el culo. Raúl: vamos bien. Le falta, pero vamos bien. Saturnino, Saturnitito de mi vida: ¿qué te pasa, hermano? ¿Naciste sin coyunturas?
-Así te vas a quedar sin alumnos- refunfuño.
-No te me chivés, Saturnino. Mirá: para limar asperezas, te voy a invitar con una picadita.
-¿A él solo?- dijeron los otros.
-Bueno, a todos.
Quique lo llamó a Nahuelito y le pidió una picadita completa para nosotros siete.
-¿No nos atragantaremos, che?- preguntó José.
Quique lo mira alzando una ceja y resopla.
-Tiene razón el hombre. Nahuelito, traete unas cinco cervezas.


II

Quique luce contento. Vino bastante gente y se encontró con unos buenos pesos.
-Lo que faltan son minas, Quique- dice Miguel.
A esta altura vamos por la cuarta cerveza y de la picada ya no quedan rastros.
-En eso estoy de acuerdo con el Miguelito- digo yo-. Tuve que bailar con el Ernesto y eso no es justo. Vos perdoname, Ernesto, pero así no se puede. No sabés llevar, hermano.
-Habló el que tiene dos pies izquierdos.
-¿Cómo anduvo eso?- pregunta Melquiades, que se ha acercado a la mesa y nos mira a todos.
-Todo bien, Melquiades- responde Quique.
-¿Pedimos otra picadita?- dice Orlando.
-Y cerveza- añade José.
-A mí traeme una grapita- pide Ezequiel.
-Va saliendo- dice Melquiades y vuelve a la barra.
-Esta se la pagan ustedes, eh- avisa Quique.
-Amarrete- susurra por lo bajo alguien.

III

Me sorprendo cuando miro la hora y veo que son las diez y veinte de la noche.
La mesa está divertida. Melquiades y Nahuelito se sentaron con nosotros cuando los últimos socios se fueron. Ezequiel ronca en su silla, con la cabeza echada para atrás y las manos cruzadas en el pecho. Raúl se pidió una gaseosa de naranja y la mezcla con la cerveza. Orlandito gira el chop entre sus manos y observa el líquido como si en él se escondiera el secreto del universo. Tiene los ojitos chiquititos, chiquititos.
-Orlandito- le digo-. Che, Orlandito.
-Orlando, la puta madre. Me llamo Orlando- dice él sin quitar la vista del chop y su contenido.
Ernesto y Raúl se sonríen.
-Cuchame, Orlandito. ¿Me escuchás?
-No soy sordo, viejo- dice él ya sacando la vista del chop y mirándome a mí- ¿Qué queres?
-¿Y el cumpleaños?
-¿Qué cumpleaños?
Ahí el Ernesto y el Raúl no aguantaron más y lanzaron la carcajada.
-¿De qué se ríen, pedazos de pelotudos?
-El cumpleaños de tu hija, Orlandito- dicen a coro.
-¿Cumple años tu piba?- comenta Quique- ¿Cuántos cumple, Orlandito?
-¿Vos también con lo de “Orlandito”?
-Bueno- duda Quique mientras se va poniendo colorado- , como todos te dicen así…
-Y si me dijeran “boludo”, vos me también me dirías “boludo” porque así me dicen todos, ¿no?
-Boludo ya sabemos que sos, Orlandito- trato de hacerlo zafar a Quique-. Pero no te lo decimos para no ofenderte.
-A vos te voy a cagar a trompadas.
-Aflojá, Orlandito- dice José-. Aparte, Saturnino tiene razón. ¿Vos te acordas que tenes una hija, no es cierto? Bueno, cumplía años y vos ibas a hacer el cumple acá, en la sociedad.
-Si, pero los del lunch se equivocaron y me cambiaron las fechas. Al final es para este sábado que viene. Pero yo le avisé a Melquiades, eh- se defiende Orlando-. Vine personalmente y le dije que me pase la fecha, que ese sábado no iba a poder ser.
-Es verdad- dijo Melquiades-. Orlando me avisó. Lo tengo anotado en la agenda de alquileres.
-Ta’ bien. ¿Seguimos invitados?- pregunto.
-Claro.
-¿Y Quique?
-¿Qué pasa con Quique?
-¿No lo vas a invitar al Quique?
-No es necesario, eh- salta Quique-. Saturnino, no lo pongas en un aprieto a Orlando, por favor.
-Estás invitado, Quique.
-¿En serio? ¿Hay que llevar algo?
-Es un cumpleaños de quince, Quique, no un asalto- le digo yo.
-¿A quién asaltaron?- pregunta José.
-Asalto, boludo. ¿No te acordas de los asaltos que hacíamos cuando éramos pendejos?
-¡Ah! ¡Vos decís los bailes! ¡Si que me acuerdo!
-¿Mucha gente, Orlandito?
-Quinientas personas.
-¿Quinientas personas? ¿Y dónde pensas ponerlas, Orlandito?
-Por todos lados. Yo creo que entramos.
-Va a ser como viajar en el sesenta en la hora pico.
-Yo te digo que entramos- porfía Orlando.
-¿Entran, Melquiades?- pregunto.
-Supongo. Nunca me puse a contar cuanta gente entra acá.
-Bueno, el sábado nos enteraremos.

IV

Salimos afuera y le hicimos la gamba a Melquiades mientras cerraba. Ya eran las doce y veinte. Dos luces del alumbrado público estaban apagadas y se hacían unos conos de oscuridad muy grandes llegando a la esquina.
-¿Pasan colectivos a esta hora?- le pregunto a Melquiades.
-Pasa el último dentro de diez minutos.
-Yo me voy a casa- dice Orlando-. Mi señora debe estar preocupada. ¿Alcanzo a alguien?
-Yo me voy caminando con Saturnino- dice Ernesto.
-Yo voy con vos, Orlando- dijo Raúl.
-¿Puedo ir yo también?- pregunta Ezequiel.
-Suban- dijo Orlando, a la vez que abría el auto.
Miguelito se sumó con ellos y Orlando arrancó, saludando con su mano al pasar al lado nuestro.
José se acercó a su auto.
-Vení conmigo, Quique. Vamos al piringundín a bailar unos tanguitos.
-Vamos- se prendió Quique.
-Bueno, muchachos, nos veremos mañana- saludó Melquiades.
-Chau, Melqui. Nos vemos mañana.
Nos quedamos ahí con Ernesto, viendo a Melquiades y Nahuelito desaparecer en el primer cono de oscuridad. Luego empezamos a caminar hacia nuestras casas.
-Está linda la noche- comenta Ernesto.
-Si.
Hicimos dos cuadras en silencio. En la tercera, Ernesto me dice:
-¿Te puedo hacer una pregunta?
-Claro.
-¿Vos pensás que cuando me muera la veré otra vez a Mecha?
-¿Me estás hablando en serio?
-Si. ¿Te parece rara la pregunta?
Pensé unos segundos. No, no me parecía rara la pregunta. Varias veces me la hice yo mismo, pero nunca tuve las agallas como para preguntarle a otra persona si era una pregunta normal.
-Supongo que sí, Ernesto. Es más: creo que va a ser la primera persona que veas.
Ernesto sonríe.
-Eso sería lindo, ¿no es cierto? ¿A vos te gustaría que Fabiana venga a buscarte en ese momento?
-¿Qué momento?
-Cuando fallezcas.
-Si mandan a alguien para esos quehaceres… si, me gustaría que sea Fabiana.
-Es como un acto de amor, ¿no te parece? Imaginate que, en ese momento tan temible, viene a tu lado la persona más importante a buscarte.
-Siendo así, capaz se me aparece mi viejo o mi vieja.
-Tenes razón, esa no la había pensado.
-¿Cuántas personas importantes puede tener uno en su vida?
-Supongo que varias.
-Imaginate que te casás y se muere la mina…
-Eso no me lo tengo que imaginar, me pasó.
-Dejame terminar.
-Dale.
-Se muere la mina y vos, después de un tiempo, te casás otra vez… y se te vuelve a morir la mina.
-No se lo deseo ni a mi peor enemigo eso.
-Pero imaginate.
-Bueno, me imagino. ¿Y el punto es?
-¿Cuál de las dos viene a buscarte?
-Uhhh. Jodido eso.
-¿Se permitirá la bigamia en el cielo? Porque no te pueden dar a elegir, ¿no es cierto? Vos la queres a las dos por igual.
-Habría que preguntarle a alguien que sepa.
-A un cura.
-O a uno de esos que se murieron y volvieron.
-¿Pero existirá el cielo? No este cielo, el otro: con los angelitos y todo eso.
-No sé. Pero no soy el más apto para opinar sobre el tema. No creo mucho. La única vez que entré a una iglesia fue cuando me bautizaron. Yo era chiquito, un bebé, pero eso de que me estén echando agua en el marote no me gustó un choto, y no volví más.
-¿Y cómo te acordas de eso?
-Tengo fotos.
-¿Y si en verdad no nos morimos?
-Todos nos terminamos muriendo, Saturnino.
-Sí, ya sé. ¿Pero sino es una muerte, sino un nuevo comienzo? Capaz Dios metió equis cantidad de personas en el mundo y siempre están rotando. Te morís y al toque renacés.
-Un círculo vicioso.
-Algo parecido.
-Pero no te cierran los números, Saturnino. Ahora hay más gente que antes. Si siempre fuéramos los mismos, no habría explosión demográfica.
-Si, en eso tenes razón.
-Es que en este mundo somos muy cojedores. Entonces continuamente sumamos gente.
-¿Sabés cuanto hace que no cojo yo?
-¿Vos solo?
Llegamos a la casa de Ernesto discutiendo todavía el asunto. Me despedí de él y camine las dos cuadras que me separaban de mi casa. Abrí la puerta y la encontré a Fabiana sentada en el comedor. Me sonrió al verme y se acercó a mí con los brazos abiertos. Estiré los míos y la abracé con fuerza. Por un momento la sentí en mis brazos, y luego la sensación desapareció, igual que ella.
Capaz es un aviso de que falta poco.

17 comentarios:

  1. Me encanta esta historia.. elegiste el contexto ideal que se nutre por si mismo. y me dejaste pensando seriamente... ¿cual de las dos minas va? además, la otra no merece quedarse sola si compartió su vida con vos ¿no? juaaaaaa que loco... me re gusta esta historia.

    ResponderEliminar
  2. Connie: Se le agradece. El catorce de mayo termina.

    ResponderEliminar
  3. Ay don, se nota que nacimos el mismo día y el mismo mes, cuando se nos da por hablar de la muerte somos espectaculares jajajaja, muy buena la historia, las preguntas muy bien pensadas, o sea que cuando caput mis dos ex maridos (si caput antes que yo digo) cuál me irá a esperar??? (si es que van) y si yo me largo primero tengo que irlos a esperar??? Uhhhh jajajajaja

    ResponderEliminar
  4. Anhir21: Pa' mi que te vienen a buscar en patota, que quiere que le diga.

    ResponderEliminar
  5. Fede: ¿En qué quedamos? ¿Es triste o es lindo? Esta gente indecisa, che...

    ResponderEliminar
  6. Gracias Adrián, pero ve como es UD? cuando le pregunto cuando termina me manda a leer el chapter ONE, pero cuando le pregunto con que mina se queda me da la fecha de culminación?.... ¿tan fuerte pienso que ud. lo escucha?

    ResponderEliminar
  7. Connie: ¡Y que se yo! Cuando me muera le cuento. Si es así como dicen estos dos, a mí me tendrían que venír buscar varias. ¡FAAAAAAAAAA!

    ResponderEliminar
  8. Decirte que tus diálogos son hiperrealistas sería redundar, mi estimado.
    Pude ver todo y caminar junto a los amigos mientras filosofaban sobre la muerte. Eso es buenísimo!

    Besugos

    ResponderEliminar
  9. Fijese, capaz que lpe permiten el harem.

    ResponderEliminar
  10. Mira que lo buscan kas finadas, no las que pasaron por su vida eh! no se confunda

    ResponderEliminar
  11. Lils: ¿Y no se cansó? ¡Como treinta cuadras caminaron los hijos de puta!

    ResponderEliminar
  12. Connie: Y bueno, vamos a tener que matarlas de a una...

    ResponderEliminar
  13. Hipe: ¿Y dónde carajo se ríe, eh? ¡Ta' ma serio que la mierda en la foto!
    No soy de aceptar abrazos de desconocidos, pero, por ser usted, voy a hacer una excepción. Trate de no pincharme con la barbita.

    ResponderEliminar
  14. túpidotonto!! me hiciste yorar... y no puedo parar.. después sigo..

    ResponderEliminar
  15. ya sé. ese final me conmovió. pude sentir la tristeza eterna de saturnino... excelente adrián!!

    ResponderEliminar