Día tras día el mismo patrón de conducta, diseñado y predefinido. Nunca una rebelión, siempre la sumisa aceptación de su gris destino. El festejo de pequeños logros como grandes victorias, el lamento de simples obstáculos como impedimentos definitivos. Nunca el salto al vacío, jamás el cuestionamiento como fuente de madurez. La línea predeterminada, el cumplimiento preciso del manual de instrucciones, la certeza del estancamiento como mandato.
Una vez tuvo delante de sí el inédito aroma de la oportunidad que inundaba sus sentidos. Alcanzó a percibir el embriagante perfume de la tentación que lo incitaba a romper las reglas y seguir su propio camino.
Pero los dados en esa ocasión no le dieron un buen resultado.
Y tachó la doble.
Acá queda mucho más lindo.
ResponderEliminarBuenísimo.
monicaiforte dijo
ResponderEliminarja así me siento ió cuando juego con mi peque. Nunca hubo una partida en la que no sacara doble generala, ella. Mientras a mí no me salían nunca tres números iguales.
Oh!!, me identifiqué, sniffffff
Tiempo que no leia un relato corto tan bien llevado y tan preciso como este!!!
ResponderEliminarMuchas gracias Lils, Mónica, Walter! Así se siente uno a veces...
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