Tenía el
cuerpo teñido de muchos colores, y esto lo mareaba.
Se dijo que no
era un coya que presenta batalla al gris de la naturaleza que lo rodea luchando
con sus gorros y ropas multicolores. No era un camaleón que se mimetizaba para
sobrevivir, ni un arco iris asomando entre la leve llovizna.
Trató de
lavarse, se arrojó aguarrás y se revolcó en el polvo, rascó su cuerpo como una
vaca en la tranquera; pero nada daba resultado.
Desesperado
buscó un precipicio y decidió lanzarse en él, cada cien metros que caía uno de
los colores se le desprendía, sonrió al ver que cuando uno se proponía algo con
énfasis podía lograrlo. Uno a uno los colores se le fueron despegando del
cuerpo, cuando el rojo, que fue el último, dejó su cuerpo con un “zzzziiiiip”; se
dio cuenta que estaba cerca del suelo.
Buenísimo. Fantasía cruda.
ResponderEliminarMe gustó mucho.
¡Saludos!
seguro el que vió después fue el negro...
ResponderEliminarme encantó walter!!!!!!!!!!!!!
El rojo es el último color que lo contenía, el más incoloro de todos. Ahh maravilloso texto ... Me encantó !!!!!!
ResponderEliminarGracias JUANITO
ResponderEliminarGracias CLAU
Gracias BIBI
traté de volver con algo cortito... jeje
Si quería desprenderse del arcoiris yo creo que era un homosexual reprimido. Perdón pero esto es asociación libre, no? Bueno, eso me sugirió. :)
ResponderEliminarYo lo sentí como un pelotudo que no se conforma con lo que tiene, la necesidad de buscar en un precipicio lo que tiene en la mano.
ResponderEliminarPero bien puede ser un homosexual pelotudo que tampoco se conforma con lo que tiene ;).
Asocie nomás!
Así es, compañero (de blog jeje) la pelotudez es igualitaria.
Eliminar